Cansados de ser felices

Maravillas de este siglo

Cansados de ser felices

20/08/2022 | 13:38 | Por María Rosa Beltramo

Redacción Cadena 3

María Rosa Beltramo

Hay un montón de razones por las que cualquiera puede entender que los encargados de la compleja tarea de elaborar el Informe Mundial de Felicidad se empeñan en poner casi siempre en lo más alto del podio a Finlandia. Este año, por caso, consideraron “ su abrumadora naturaleza, los niveles bajos de contaminación, la educación, su sistema de salud, los servicios sociales, la libertad, la igualdad y la generosidad”.

Encima tienen a una primera ministra espléndida, con una historia cinematográfica, que debutó en el cargo con 33 años , se casó con su novio de toda la vida cuando llevaba 8 meses en el poder y hasta hace poco no dejaba de subir en las encuestas de popularidad.

Pero, aunque parezca mentira, hasta la felicidad cansa. Los finlandeses espléndidos, generosos y evolucionados han reaccionado cual estanciero argentino ante el formulario de Ganancias y a punto están de aprobar una moción de censura en contra de Sanna Marin porque la vieron bailar en compañía de un grupo de amigos.

La reacción de la prensa, que ha impactado en muchos ciudadanos de a pie, parece insólita y, sobre todo, exagerada, pero lo más probable es que se deba, no tanto a un repentino ataque de pacatería, como a los cuestionamientos originados en la decisión de la dirigente socialdemócrata de abandonar la neutralidad para ingresar a la OTAN.

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Esa medida, en pleno desarrollo de la guerra ruso-ucraniana y considerando la frontera de 1300 kilómetros que comparten Helsinki y Moscú, alteró los ánimos y generó una inquietud que de manera inesperada provoca demostraciones de intolerancia allí dónde sólo había espíritus abiertos a todas las cosas buenas de la vida.

La discusión geopolítica que no se ha manifestado en plenitud en las calles ni en el parlamento, asume otras formas de expresión. En ese contexto se inscriben las críticas que recibió Sanna por salir de caravana con un grupo de amigos .

Los finlandeses serán muy felices pero se parecen a cualquier triste latinoamericano a la hora de imaginar conspiraciones. Algunos han llegado a sospechar que fueron hackers rusos los que difundieron el videito de la primera ministra “bailando salvajemente”.

Es que todo ocurre justo en la semana en que Sanna Marin anunció que Finlandia limitará las visas turísticas a ciudadanos rusos desde el 1 de septiembre, reduciéndolas al 10 por ciento del número actual.

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Pero no nos desviemos del tema central. Lo de la danza “salvaje” es un calificativo propio de gente que sabe poco de baile y se asusta por los ladridos disfónicos de un caniche confundiéndolos con el rugido del león

En el video del escándalo, la ministra, vestida con un sencillo pantalón blanco y un top negro, ensaya un paso setentista con los brazos cruzados detrás de la nuca mientras suena música bolichera.

Los que se animaron a tildar de “salvaje” los ralentizados movimientos pélvicos de la mandataria, no han visto a la pareja que a la siesta homenajea al cuarteto en Deán Funes y San Martín al ritmo de “Un ramito de violetas”. Eso es pasión y desenfreno. Esas son ganas. Qué sabrán los finlandeses.

Pero lo cierto es que las críticas por la salida de la líder socialdemócrata fueron subiendo de tono y de afirmar que estaba achispada pasaron a sugerir que tal vez se había drogado. En fin, ya todo el mundo sabe que tras la negativa inicial y la reivindicación de su derecho a divertirse en privado, Marin terminó aceptando someterse a un test de narcóticos.

El resultado es lo de menos. Lo importante es que ellos, los felices, se aburren, se irritan y se ponen paranoicos.

Y tienen pocas excusas. No saben lo que es la inflación o lo que significa vivir con el 40 por ciento de la población hundida en la pobreza, reparten trabajo para todos y encima buscan mano de obra afuera y para saber qué es la inseguridad ven capítulos viejos de Sorjonen. Pero igual están conflictuados y destilan frustración, como cualquier infeliz de este lado del Atlántico.

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