Lidia y sus hijos, felices en el oficio de tamberos
Cada atardecer es una postal en el tambo.
A lidia le gusta postear fotos de su trabajo: "terneros al amanecer"

Día del tambero

Tambera y feliz: "sacrificado es tomar varios colectivos para ir al trabajo"

26/02/2024 | 12:13

El testimonio de Lidia Sánchez, con más de 20 años trabajando como tambera junto a su familia, sirve para reflexionar acerca de este noble oficio, tan característico de nuestra cultura campesina.

Redacción Cadena 3

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Lidia Sánche comenzó en provincia de Córdoba y hoy trabaja en prov. de Santa Fe

Lidia Sánchez tiene 42 años y la mitad de su vida la vivió como operaria tambera. Primero sola, siendo muy joven y más tarde, junto a su familia, cuyo esposo y cuatro hijos trabajan con ella en el campo en la actualidad.

Nunca fue propietaria sino socia de los productores en la gestión de los tambos. Hoy manejan una explotación de 300 vacas en el distrito Cululú, provincia de Santa Fe, pero sus comienzos fueron en el paraje Cayuqueo, cerca de Villa María, desde donde comenzó su recorrido conociendo diferentes cuencas lecheras de nuestro país.

Hay algo que caracteriza a esta joven tambera y que bien podría representar el espíritu de la mayoría de los trabajadores que se dedican a este noble oficio: su pasión por las vacas y el gusto por trabajar en el campo, al que no ve como un sacrificio sino como un privilegio.

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Se hace camino al andar

“La verdad que estamos muy contentos; he visto cómo ha cambiado todo desde que comencé: me gusta todo lo que voy aprendiendo en el tambo. Recuerdo cuando era chica que iba al campo donde mi abuela ordeñaba a mano y después cuando empezaron con la tecnología y la ordeñadora. A mí siempre me llamó la atención y un día le dije a mi papá, que trabajaba en un acopio de cereales en Pergamino, que yo quería ser ingeniera agrónoma y que me iba a ir a vivir al campo”, narra Lidia.

Recuerdo cuando era chica que iba al campo donde mi abuela ordeñaba a mano y a mí siempre me llamó la atención

“Lamentablemente, el destino no dejó que fuera ingeniera, pero un día salió un aviso clasificado en el diario que buscaban gente en la provincia de Córdoba y me mandé, me fui sola. Era la primera vez que salía de al lado de mis viejos”.

Cuenta Lidia que allí conoció a quien hoy es su esposo, y no sólo formó familia sino que fue aprendiendo el oficio de tambera con mucha dedicación y satisfacción. “Siempre encontré gente en mi camino que me fue enseñando, por eso estoy muy agradecida”. Ella dice que ser tambera es “maravilloso”, porque le permite trabajar con las vacas. “Son tan compañeras, y que nos den un alimento tan noble y completo, es algo impensado: gracias a ellas tenemos un trabajo tan lindo y las oficinas a cielo abierto, lo cual se disfruta todos los días”.

¿Trabajo sacrificado?

Lo que a la vista de muchos se considera un enorme sacrificio, en Lidia se percibe totalmente de otro modo. “Lo llevo en la sangre y lo agradezco todos los días, poder hacer lo que me gusta y criar a mi familia en el campo”, dice sobre el oficio de ser tambera.

Sobre la histórica creencia popular de que atender un tambo es un trabajo extremadamente duro, ella responde: “creo que sacrificado para mí no lo es, porque vos te levantas, caminás unos metros y tenés el trabajo acá la par. Sacrificado es para el que se levanta a las cuatro o cinco de la mañana en la ciudad y tiene que tomarse un montón de colectivos para llegar a su trabajo o al subte, es sí sería para mí un sacrificio. En mi caso, en cambio, lo disfruto. Yo agradezco a Dios este trabajo, nos levantamos a las 2 y media de la mañana a las tres se arranca, después a las cinco ya volvemos a la casa, tenemos un recreo y vamos a dar una vuelta por la recría, a ver los terneros, hacer la limpieza en el tambo y todos los días hay algo nuevo para hacer”, describe Lidia. “Una se cansa, por supuesto, pero al final del día estoy cansada y feliz”.

En mi caso, lo disfruto y agradezco a Dios este trabajo; al final del día una termina cansada, pero feliz

Filosofía de vida

Ella confiesa que a su familia le gusta progresar económicamente y por eso van cambiando de tambos cuando se puede. Se interesan por la capacitación que les brindan los productores y que a lo largo de estos 20 años, han aprendido y progresado mucho en todo sentido.

“Tengo un trabajo que me gusta y por eso trato de transmitirlo”, explica Lidia, que desde 2017 incursiona en las redes sociales, reflejando con fotos y comentarios su trabajo cotidiano. Comenzó con Facebook y explotó en Twitter en 2017, pasando de 50 seguidores a 5.000 en poco tiempo, compartiendo su vida cotidiana en el tambo. “Eso me permitió conocer también mucha gente, que me abrió las puertas a un montón de cosas, alentándome con buena onda y por lo cual me siento muy querida”.

El Campo Hoy le hizo una pregunta final a Lidia, cuya respuesta revela que su vocación va acompañada de un sueño.

- ¿Cuál es tu anhelo?

- Que el día de mañana mis hijos me asesoren en mi tambo. Poder tener aunque sea 10 o 20 vacas, no me importa la cantidad, pero que sean propias y que mis hijos estén para ayudarme. Una de mis hijas que está por terminar quinto año, me dijo que quiere ser agrónoma, pero todos están relacionados con el campo. Yo siento que me estoy completando, estoy satisfecha de que estamos haciendo bien las cosas y eso es lo que siempre busco trasmitir de este oficio. Es un sacrificio del bueno y tengo muchas ganas todos los días de seguir en este trabajo maravilloso.

Lidia Sánchez está casada con Esteban y tienen cuatro hijos adolescentes: Camila, Victoria, Lucas y Gabriel.

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