La "conmebolización" de la cumbre Trump-Putin
La "conmebolización" de la cumbre Trump-Putin

El mundo en Argentina

La "conmebolización" de la cumbre Trump-Putin

29/11/2018 | 20:43 |

Nunca pudieron jugar de local el clásico de la política mundial, ni en Washington ni en Moscú, pero en el horizonte apareció el posible encuentro en la Argentina de la infinita final Boca-River. 

Marcos Calligaris

Nunca pudieron jugar de local el gran clásico de la política mundial, ni en Washington ni en Moscú. Desde que Donald Trump asumió como presidente de EE.UU. en 2017, el fantasma  de la injerencia rusa en las elecciones empezó a rondarlo, impidiendo cualquier tipo de acercamiento fructífero con su homólogo con Vladímir Putin. Pero en el horizonte apareció el posible encuentro en Argentina. Sí, la Argentina de la final infinita entre Boca y River, (des)organizada por la Conmebol.

Pero para llegar a esta hipotética ─y por el momento cancelada─ reunión, hubo una historia previa de idas y vueltas digna de repasar.

Descartadas las visitas oficiales a sus respectivos países, comenzaron a sucederse chispazos políticos que enfriaron aún más cualquier intento de acercamiento. Ya sea por el conflicto en Crimea o por el envenenamiento del agente doble Serguéi Skripal o por la supuesta violación por parte de Rusia del tratado de eliminación de misiles nucleares de corto y medio alcance (INF), Trump encontró siempre la manera de posicionarse en la vereda opuesta y condicionar su relación con Putin. Esto último, para desconcierto e incredulidad de quienes ven en él un aliado del ruso en las sombras. Pero en medio de tanta polémica, qué mejor que un tête à tête para limar asperezas y encarrilar las relaciones bilaterales (que suelen poner en vilo a gran parte del planeta).

Después de todo, con ese fin se idearon eventos como la cumbre del G20. En 2017 tuvieron lugar sus primeros dos encuentros, que transcurrieron sin acuerdos concretos: tanto la primera vez que se vieron cara a cara, en julio de 2017 en la cumbre del G20 en Hamburgo, como la segunda vez, en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrado en Da Nang, Vietnam.

Así fue como Putin y Trump llegaron a su primera cumbre oficial. Fue el pasado 16 de julio en un país neutro, Finlandia (ya advertimos que de locales no están dadas las condiciones). En aquella oportunidad, Occidente no tuvo reparos en afirmar que Trump se llevó una "derrota política" tras defender la postura de su par eslavo sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos. "El presidente Putin dice que no es Rusia. No veo ningún motivo por lo que debería ser así", afirmó. Nuevamente, desconcierto entre quienes siguen el culebrón de esta relación impredecible.

Días atrás, el pasado 11 de noviembre, se volvieron a ver las caras en París y lo que se especuló que podía culminar con una cumbre quedó en un simple apretón de manos. Entonces, todas las miradas se posaron en Argentina, donde se llevaría a cabo una cumbre decisiva, una especie de final, el bueno.

Ambas administraciones hicieron saber que se reunirían en Buenos Aires y el eje del encuentro quedó definido el 31 de octubre, cuando Trump anunció la salida unilateral de EE.UU. del tratado INF.

La opinión pública, sobre todo de la UE, entendió rápidamente que ambos mandatarios estaban jugando literalmente con fuego. Por eso la importancia de la cumbre porteña: debía salvarse aquel tratado firmado en 1987 por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, y que prohíbe la fabricación de misiles que puedan alcanzar países cercanos con sus ojivas nucleares.

Desde ese momento, al mejor estilo Conmebol, comenzaron las idas y vueltas. Que la reunión se hace, que no, que quizás se hace más adelante, que podría ser en otra ciudad, que no están dadas las condiciones… Solo faltó plantear que se hiciera en el Bernabéu.

Pero si era necesario otro ingrediente, el pasado domingo una escalada naval entre Rusia y Ucrania en el estrecho de Kerch terminó por condicionar la bilateral Trump-Putin. Los rusos dispararon contra 3 barcos (dos militares y uno civil) que navegaban en el mar de Azov y que pretendían pasar sin revisión bajo el puente de Crimea. Hubo al menos 3 heridos y se detuvo a 24 marinos. Ucrania automáticamente declaró la ley marcial y denunció una "agresión", también condenada por varios líderes mundiales, entre ellos Trump.

Mientras tanto, a medida que lidiaba con la situación con Kiev, el Kremlin confirmó la cumbre Putin-Trump en Argentina con fecha y duración: "el 1 de diciembre, 20 minutos". Pero Trump ya tenía un nuevo pretexto para cancelar el encuentro y usó su cuenta de Twitter con ese fin (también a lo Conmebol). "Basándome en el hecho de que los buques y marineros no han sido devueltos a Ucrania desde Rusia, he decidido que sería mejor para todas las partes interesadas cancelar mi reunión en Argentina con el presidente Vladímir Putin programada previamente", escribió desde el avión rumbo a Argentina.

Desde el Gobierno ruso la respuesta llegó inmediatamente por parte del portavoz del presidente, Dmitri Peskov, quien afirmó que ahora "Putin tendrá un par de horas adicionales para reuniones útiles". También el embajador ruso en Argentina, Dmitry Feoktístov, dejó su reflexión al respecto: "Tenemos que esperar hasta que los líderes lleguen para estar en el mismo lugar y a la misma hora, y recién sabremos si tendrá lugar o no este encuentro".

La pregunta que ahora surge inevitablemente es: tras la negativa de Trump, ¿quedó descartada totalmente la cumbre bilateral más esperada de los últimos tiempos? Por prudencia, la respuesta es no. Si somos pacientes, algo habremos aprendido de Trump, de Putin, del último River-Boca y de los manejos de la Conmebol.