"Abrirse al comercio es abrirse también a las inversiones" (Marcelo Elizondo).
Entrevista completa a Marcelo Elizondo (Por Carlos Sagristani).

MARCELO ELIZONDO

“Abrirse al comercio es abrirse también a las inversiones"

04/12/2019 | 10:45 | “Argentina es uno de los países más cerrados del mundo”, dijo el especialista. Añadió que “con ese modelo no nos ha ido bien. Al contrario, hace casi diez años que la economía argentina no crece”. 

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"Abrirse al comercio es abrirse también a las inversiones" (Marcelo Elizondo).

Entrevista completa a Marcelo Elizondo (Por Carlos Sagristani).

El experto en comercio exterior Marcelo Elizondo opinó que frenar importaciones, como postuló Alberto Fernández en la UIA, “es insistir en algo que no ha funcionado”. Sostuvo que para exportar hay que importar, porque la mayor parte de las importaciones son insumos, bienes intermedios, maquinarias y equipos.

En diálogo con Cadena 3, dijo que la Argentina “es uno de los países más cerrados del mundo”. Indicó que “el nivel de importaciones de nuestro país en relación al PBI fue el año pasado el más bajo de toda Latinoamérica y uno de los diez más bajos del planeta”.

Señaló que “con ese modelo de cerrazón, de sustitución de importaciones, tenemos una economía que hace casi diez años que no crece y que en los últimos treinta ha crecido menos que muchos países de la región”.

Elizondo reclamó una inserción de la economía en el mundo en sus múltiples dimensiones. “El comercio internacional –enfatizó– hoy está vinculado con los flujos de inversión, de generación de conocimiento productivo, mayor tecnología y de financiamiento internacional. También, con la actuación de empresas a nivel mundial en cadenas transnacionales de valor”.

Marcelo Elizondo es abogado por la UBA y master en Administración de Negocios y Empresas egresado de la Universidad politécnica de Madrid. Completó su formación especializada en la Universidad de Harvard y en la Universidad de Chile.

Fue docente en las universidades Torcuato Di Tella, Católica Argentina, de Buenos Aires, de Belgrano, Argentina de la Empresa y Siglo XXI.

Se ha desempeñado como profesor visitante en universidades extranjeras y como consultor de organismos internacionales.

Entre 2002 y 2010 fue director ejecutivo de la Fundación ExportAr. Actualmente es propietario de una consultora en negocios internacionales.

–¿Es razonable pedir a los exportadores que generan más dólares y al mismo tiempo imponerles retenciones?

–No parece consistente. La Argentina exporta mucho menos de lo que podría. Exporta este año unos 64 mil millones de dólares en bienes y unos 12 o 13 mil millones en servicios. Este es un número muy inferior al que exportó en sus mejores épocas, en el inicio de esta década.

Cayó en sus exportaciones pese a que el mundo, desde el año 2011 hasta acá, ha crecido en exportaciones un 10%. Sin embargo, la Argentina ha caído un 30%.

Eso tiene que ver con muchos problemas domésticos, de competitividad local.

Lo que habría que hacer es mejorar las condiciones de competitividad para exportar más. Para ello hay que planear en la agenda, además de estabilidad, simplicidad, menor aleatoriedad, una mejora sustancial en las condiciones tributarias.

Poner retenciones no parece ir en esa línea. Al contrario, yo diría va en la línea opuesta.

Lo que habría que hacer es mejorar las condiciones de competitividad para exportar más. Para ello hay que planear en la agenda, además de estabilidad, simplicidad, menor aleatoriedad, una mejora sustancial en las condiciones tributarias. Poner retenciones no parece ir en esa línea. Al contrario, yo diría va en la línea opuesta. 

–Siempre se aducen urgencias fiscales para justificar este tipo de gravámenes. ¿Éste es nuevamente el caso?

–Sí, claramente. La Argentina tiene un problema fiscal muy serio. Probablemente sea el mayor de los problemas.

Hay muchos otros pero el fiscal, esto de tener un sector público que gasta demasiado y que gasta más de lo que recauda, es la madre de muchos problemas posteriores: la inflación, las oscilaciones cambiarias, los problemas con la tasa de interés, la inestabilidad que lleva al corto plazo.

Para resolver los problemas fiscales hay dos maneras básicas. Una es bajar el gasto público, que es lo que debería ocurrir. La Argentina tiene un gasto altísimo, de alrededor de 40% del Producto Bruto Interno, y de muy difícil financiamiento. Además el gasto público no genera prestaciones del Estado que sean bienes públicos de calidad. No es el caso.

La otra vía es la no recomendable, incrementar la recaudación tributaria. Aumentar retenciones es prever la solución del problema fiscal por la vía del incremento de los impuestos.

El problema es que cuando incrementa los ingresos públicos se los extrae al sector privado. Y si uno extrae recursos del sector privado, desalienta inversión, los proyectos de largo plazo, la tecnologización.

Es cierto, hay que poner las cuentas en orden, pero la mejor manera es bajando gasto público.

–Pareciera ser que la idea es sólo subir impuestos, porque además se anuncian medidas que son expansivas del gasto público, aunque algunas puedan ser justificadas por la coyuntura ¿no?

–Todavía sabemos poco sobre el programa económico inminente. Además no tenemos confirmación definitiva de las personas que estarían a cargo. Pero lo que ha trascendido, sí. Prevé un expansionismo fiscal mayor y un aumento de los ingresos públicos a través de reformas impositivas.

Respondería en ese caso a un modelo que la Argentina viene llevando adelante desde hace mucho tiempo. Salvo algunas excepciones en las que ha habido alguna racionalización menor del gasto público, la Argentina ha vivido durante décadas con expansionismo fiscal, búsqueda de más recursos en el sector privado y el público.

Esa es buena parte de explicación de una economía que no crece, que se atrasa tecnológicamente, que pierde competitividad sistémica y que además se relaciona cada vez menos y con peor calidad con el resto del mundo.

La Argentina tiene que ir hacia una reducción del gasto público, simplificación regulatoria para alentar negocios de parte de las empresas, apertura de su economía para mejorar el acceso a corrientes de inversión, tecnología y modernización. Además, un ordenamiento institucional y legal y por supuesto un mayor orden en materia macroeconómica.

Todo eso requiere un esfuerzo grande. Vamos a ver en qué línea actúa el Gobierno inminente.

–¿Qué relevancia le atribuís en ese contexto a la reestructuración probable de la deuda?

–Muy importante. Porque en primer lugar la Argentina tiene hoy niveles de deuda pública de difícil abordaje. No es demasiado alta en términos absolutos, pero sí tiene vencimientos que no pueden ser afrontados por lo menos en el corto plazo.

Seguramente habrá una renegociación de las condiciones de la deuda pública porque hay una dificultad de solvencia para cumplir con los vencimientos del corto plazo, por esa situación fiscal que tiene el país.

Además porque como está desvinculada comercial y productivamente del resto del mundo, la Argentina tiene muchos problemas para conseguir dólares.

Entonces, hay que renegociar. Ahora, si la renegociación se hace en términos amigables, esto es con consenso con los acreedores, eso permite la participación de empresas y del sector público de la Argentina en el financiamiento internacional.

Si no se hace amigablemente y se prolonga en el tiempo, se generará tensión y rispidez con el mercado financiero. Eso causa varios problemas. En primer lugar, desconfianza, corte del financiamiento al sector público y al sector privado. Y la afectación, por ejemplo, de la inversión o del comercio internacional.

Por eso resolver este problema es crítico. Requiere mucha pericia, además de vocación. También, lograr consensos internacionales que no son menores. Vamos a ver cómo funciona. No la tenemos fácil.

El comercio internacional hoy está vinculado con los flujos de inversión, de generación de conocimiento productivo, mayor tecnología internacionales. También, con los flujos de financiamiento internacional y con la actuación de empresas a nivel mundial en cadenas transnacionales de valor.

–¿Es viable y útil imponer un freno a las exportaciones industriales como postuló Alberto Fernández en la UIA?

–Lo que tiene que hacer la Argentina es poner un motor a más exportaciones. Ahora, lo que hay que considerar es que el comercio internacional hoy está vinculado con los flujos de inversión, de generación de conocimiento productivo, mayor tecnología internacionales. También, con los flujos de financiamiento internacional y con la actuación de empresas a nivel mundial en cadenas transnacionales de valor.

Por eso las exportaciones hoy en el mundo –por lo menos si la Argentina quiere avanzar en materia exportadora, tiene que considerar eso– ya no pueden ser calificadas a la vieja usanza, de productos primarios, productos industriales.

Hay una modernización de los negocios internacionales empujada por tecnología, invenciones, conocimiento incorporado a los procesos de producción, que implican intangibles tales como propiedad intelectual, royalties, know how, innovación. Aquel conocimiento que hace diferencia en la generación de cualidades singulares en los productos.

La globalización de hoy ya no avanza con el motor de los viejos bienes físicos sino que avanza con las características singulares que hacen competitivas a las empresas en el desarrollo de intangibles vinculados con la exportación.

Más que pensar en exportaciones industriales, primarias o manufacturas de origen agropecuario, yo creo que lo que hay que pensar es en la participación de empresas argentinas en estas cadenas de conocimiento productivo internacional más modernas, y yo creo que para eso ay que cambiar el enfoque estratégico.

–No parece ser lo que piensa Alberto Fernández, de acuerdo a lo que propuso en la UIA.

–La vieja idea de limitar importaciones ha probado que no es funcional. La Argentina necesita importaciones para producir. Eso pasa en todo el mundo. Está probado que hoy, de todas las exportaciones mundiales en cada año, cuando uno analiza el valor agregado en esas exportaciones mundiales, un tercio son productos importados que van dentro de las exportaciones que salen al mundo.

Esto que yo mencionaba antes de participación en los flujos de conocimiento productivo, en las cadenas de valor surgidas en distintos lugares donde se desarrollan intangibles, requiere exportación e importación, servicios, bienes, todo junto. Por lo que no se puede avanzar en la mejora económica restringiendo importaciones.

De hecho, si uno mira la historia reciente de la Argentina, cuando el PBI crece más, las importaciones crecen más. Porque las importaciones que la Argentina realiza son son de máquinas y aparatos, de piezas y partes, de insumos calificados.

El 80% de las importaciones argentinas están dirigidas a la producción. Hoy están en niveles bajísimos. Este año, el total de importaciones argentinas va a estar en el nivel más bajo desde 2009 hasta la fecha. Casualmente, esto tiene que ver con que la economía está retrayéndose, está en recesión.

También lo estuvo el año pasado. Cuando la economía decrece, las importaciones caen. Cuando la economía crece, las importaciones suben.

Hay que pensar en una mejora virtuosa por todas las vías, exportaciones e importaciones, bienes y servicios, inversiones además de comercio, y no se puede pensar en el comercio y en la relación productiva internacional mirando sólo con un ojo.

–¿Qué reflexión te merece ese aplauso cerrado de los industriales de la UIA a la mirada proteccionista que ofreció el Presidente electo al referirse a la política económica del próximo Gobierno?

–Me parece que es insistir en algo que no ha funcionado. La Argentina es uno de los países más cerrados del mundo. Es un país cuyo nivel de importaciones en relación al PBI fue el año pasado el más bajo de toda Latinoamérica y uno de los diez más bajos del planeta.

Si uno mira como nos ha ido teniendo este nivel de cerrazón económica, este modelo de sustitución de importaciones, simplemente acudiendo a los resultados, la conclusión es que no nos ha ido bien. Al contrario, tenemos una economía que hace casi diez años que no crece. Que en los últimos treinta ha crecido menos que muchos países de la región.

Hoy está de moda hablar de países en convulsión en América latina. Sin embargo hay países que crecen mucho en la región, como Paraguay o Perú, que son muy abiertos. Que tienen mucho éxito en la exportación y en la importación. Que tienen dinamismos en materia económica que nosotros no tenemos.

La experiencia está indicando en todo el mundo que los países que más crecen son los que más comercian, tanto de ida como de vuelta.

Esa búsqueda de proteccionismo me parece que es seguir sosteniendo una economía de poca evolución tecnológica y que en definitiva después tiene dificultades para invertir, para producir con calidad para competir y para generar empleo.