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Argentina produce

El motor del país

14/04/2023 | 08:20

 

Redacción Cadena 3

Gustavo Gigena

Dicen los fierreros que los mejores autos se arman desde su corazón hacia afuera. Esto es, desde su impulsor mecánico hacia sus complementos estéticos. En efecto, se podrá maquillar desde afuera el vehículo o colocarle las mejores ruedas, pero si el motor no tracciona, ningún modelo por sí solo va a ninguna parte.

Esta metáfora aplica perfectamente al caso, cuando alguien se refiere a lo que significa el campo argentino desde su corazón productivo, o como se suele decir (a veces despectivamente) desde “el interior”.

Ese motor, que activa el transporte en el que marcha toda una nación, es un complejo de fuerzas que combustiona y empuja constantemente, con la capacidad de llevarnos a dónde queramos ir, porque su potencial es enorme. Sólo hacen falta un buen combustible y un conductor eficiente para que esa rueda productiva con sus miles de engranajes, se ponga en marcha entregando generosamente todos sus caballos de fuerza.

Esto es lo que se exhibe cada año en Expoagro, la mega exposición argentina que convoca a todos los eslabones de la agroindustria para mostrarse en todo su esplendor al país y el mundo.

Todo nace en la tierra fértil y el trabajo silencioso, comprometido y armonioso que hacen los productores y sus empresas, y culmina al final de un largo recorrido de valor agregado, por ejemplo, en el plato de un gustoso comensal que dice orgulloso, “esta es la mejor carne del mundo”.

Pero no es tan sencillo. En el medio de esa construcción de valor y trabajo argentino hay muchísimo talento y mérito, para que el sector sea uno de los más eficientes del mundo. Los científicos que descubrieron un gen que le da a un cultivo determinadas características germinativas; el semillero y los técnicos que realizaron los ensayos para clasificar los ambientes de cada región; las empresas de servicios y los insumos que entran en juego para que nuestras 34 millones de hectáreas agrícolas exploten en cada campaña; el know how y la genética de la actividad pecuaria, con toda su paleta de fabricantes y desarrolladores; la metalmecánica y su moderna industria de tractores, sembradoras, pulverizadoras y cosechadoras; la agroindustria procesadora que genera cientos de miles de puestos de trabajo en donde se genera la producción; y el sector de servicios, comercial y exportador que permiten que estos productos lleguen a cada casa y rincón del planeta, generando el movimiento económico de nuestras ciudades y el ingreso de divisas para el país. Esas divisas que permiten volver a invertir en este círculo virtuoso cada año.

Esto que aquí se simplifica resumidamente, que se muestra como una argamasa sin fisuras y casi de forma natural, es en realidad una enorme red de cadenas de valor donde todos son indispensables para conformar el todo. Es como seccionar un hormiguero y observar su dinámico interior. O mejor aún, para volver a la metáfora, es como desarmar un motor y advertir que el campo es mucho más que la romántica imagen del amanecer y el molino en el horizonte.

Por todo ello, el campo gusta de llamarse acertadamente a sí mismo como productor de alimentos, y no sólo como un simple generador de commodities o materias primas, porque para obtener el resultado de un grano puesto en un camión o un acopio, hay mucho que sucede en su derrotero.

Pero este motor no siempre posee una carrocería adecuada o un piloto que sepa de su potencial para aprovecharlo y sacarle el máximo rendimiento del que es capaz. Cada tanto tropieza con mecánicos inexpertos que se empecinan en alterar sus piezas, complicando su funcionamiento y ocasionando problemas donde no los había. Encima, quienes van a bordo no siempre protegen la unidad de potencia de este extraordinario vehículo, y muchas veces olvidan que es necesario llamarle la atención a su conductor para que advierta cuestiones básicas de mantenimiento: echarle combustible, aceitar sus engranajes y preservarlo de los obstáculos del camino. Eso sí, todos los que están a bordo, conductor y pasajeros, suelen dar por descontado que el motor siempre estará activo y presto a la exigencia sin ningún tipo de cuidados. Es un típico error que en años como estos, cuesta caro.

Ese motor, siempre listo para ir hacia adelante, también clama que se lo valore, que se lo cuide del mal clima y los pilotos imprudentes.

Ese es el motor que se exhibe a cielo abierto cada año en estas exposiciones y del cual la mayoría de los argentinos estamos orgullosos.

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