Maradona

Sensaciones opuestas

Efecto Maradona: emoción, pena y miedo

09/09/2019 | 18:08

Diego Borinsky

“No sé si saldremos o no adelante con Diego, pero entre todos lo vamos a ayudar. No puedo hablar más, estoy muy emocionado”.

El socio gimnasista de 80 años, gorrito piluso blanco en su cabeza, se quedó sin palabras cuando lo entrevistaba en vivo para La Previa, por Cadena 3, unos minutos después del ingreso de Maradona al campo de juego del Bosque, en su enésimo regreso. Sus ojos me pedían concluir allí mismo la mini charla. Parados como todos en la platea techada René Favaloro pude percibir, tanto en él como en otros veteranos de mil batallas, y también en chicos de 12 años o en la generación intermedia de treinta y pico, una emoción sincera y profunda.

Se advertía en todos los presentes un estado de conmoción como no es capaz de provocar casi nadie en el mundo del fútbol. Fue como si todos esos triperos se hubieran convocado para observar en vivo un mito. El mito Maradona. Como si se hubieran dado cita para codearse uno con el otro y sentir el cosquilleo especial del orgullo recorriendo sus cuerpos: “Nos eligió a nosotros. Maradona se puso nuestra camiseta, entra en nuestro estadio, canta nuestras canciones, se abraza a nuestra causa”. Es nuestro. El Maradona mito, el de los libros, claro.

Los argentinos tenemos un máster hecho en antinomias. En grieta, según la nueva denominación. Elegimos largamente la “o” por sobre la “y”. Y parece que acá o sos maradoniano o anti maradoniano. Lo bancás o lo criticás. No me subo a ese bondi. Tenía 18 años en México 86, una edad en la que era perfectamente consciente de lo que había ocurrido en Malvinas y recuerdo como si fuera ayer los nervios que sentí en esa previa del 22 de junio frente a Inglaterra, todo lo que había en juego, aunque los protagonistas no quisieran admitirlo abiertamente. Y no me olvido más cómo terminé en el piso abrazado con mis amigos, frente al televisor, gritando los goles de Diego. Y como me sentí yo también campeón del mundo una semana después, con el gol agónico de Burru tras habilitación magistral del Diez, aunque estuviera a más de 7 mil kilómetros de distancia. La gratitud por su gesta en aquel Mundial será eterna. Pero todo eso no me impide ver la otra cara de la moneda actual.

A Diego le cuesta horrores caminar y hablar. Se vio nítidamente ayer, tanto en el campo de juego del Bosque como en la conferencia de prensa. Que se confunda Cozzoni con Mazzoni, o Bochi con Bocha Licht, le puede pasar a cualquiera con más de 50 pirulos; que nombre a River en vez de Racing como primer rival en el campeonato, ya no tanto. Cantar “volveremos, volveremos” como si Gimnasia ya estuviera en la B y soñara con el regreso, no es gracioso. Habla de un hombre que no está lúcido.

En la conferencia de prensa se habrán formulado un quinto de las preguntas previstas, porque Diego se tomaba demasiado tiempo para contestar. También se fue por las ramas casi siempre. Le preguntaron qué les había dicho a sus dirigidos en el vestuario y arrancó por el resbalón de Otamendi en el 0-4 ante Alemania del Mundial 2010, y nunca terminó de contestar lo requerido. Lo mismo cuando la consulta fue quién y por qué lo habían prohibido en el fútbol argentino en estos últimos 9 años, y terminó explicando que le pedía siempre al Cholo Simeone que marcara y no subiera tanto, en aquel genial equipo del Mundial 94. Eran escenas bizarras, por momento hasta daba vergüenza ajena. Y esto va sin ningún ánimo de faltarle el respeto o burlarse del hombre que nos supo hacer tan felices detrás de una pelota.

Diego lloró en el verde césped y también en la media hora de conferencia, al recordar a su madre y a Caniggia. Se lo vio sensible, vulnerable, mostrándose en carne viva, incluso en un momento señaló que casi le “explota el corazón” al entrar al campo de juego mientras la multitud gritaba “Diegooooo, Diegoooo”, como el Potro Rodrigo en su hermosa canción, y una de las primeras reacciones al escuchar esa frase del Diez fue el miedo a que realmente le explote el corazón.

No es todo color de rosa, como muchos quieren pintar, o maquillar ¿Puede un hombre en ese estado, con tantas dificultades para moverse y expresarse, con ese desequilibrio emocional y cognitivo, ser entrenador de un equipo de fútbol, diseñar la estrategia de un partido o aunque sea conmover a sus dirigidos con una charla? Insisto: me emocionó el recibimiento que le brindaron ayer a Diego, me generó ternura, ganas de abrazarlo para agradecerle, pero también sentí pena, preocupación y miedo. Por supuesto que el Gallego Méndez estará en el día a día organizando las prácticas con sus colaboradores, pero se me ocurre pensar que la magia y la motivación que puede desprender Maradona, ante sus jugadores y también ante los hinchas, se desvanecerá con un chasquido de dedos apenas haya concluido el encanto del genio. Que ese sentimiento de orgullo que inspiró en casi todos los gimnasistas que un mito viviente los haya elegido a ellos por sobre el resto (tampoco es que tuvo 10 propuestas y decantó por la del Lobo) se acabe apenas comience a rodar la pelota y ese mito, justamente, se transforme en un hombre de carne y hueso que debe hacer jugar y ganar al equipo.

Gimnasia está casi condenado a jugar en segunda división el año próximo. Jugado por jugado, ese es uno de los motivos por los cuales los dirigentes del Lobo decidieron contratarlo. Cuesta creer que de haber estado unos puntos por arriba de la línea de flotación, se hubieran arriesgado a traerlo. Hoy, Gimnasia no tiene nada que perder. Y su arribo les provocó un aumento importante de ingresos (por socios y sponsors) y una figuración a nivel mundial que jamás habían logrado. Ojalá Diego encuentre el equilibrio emocional y la tranquilidad espiritual que lo lleve a no salir disparado ante las primeras derrotas o errores arbitrales. Hoy, viendo su estado, me parecería más sensato que Diego trabaje de “mito” antes que de “entrenador”. Traducido: que acompañe a distintos equipos por el interior del país como embajador del fútbol argentino (de AFA o Superliga), que deje un par de recuerdos y salude antes del pitazo inicial. Que así se bañe del amor de los futboleros de todos los rincones del país. Y que no se exponga de este modo.