9 de Julio
09/07/2025 | 16:40
Redacción Cadena 3
Marcos Calligaris
La independencia argentina no fue una marcha ordenada hacia la libertad, sino una travesía plagada de disputas internas, bandos enfrentados y, a veces, traiciones en el propio seno familiar.
Por aquellos días, en el norte, Martín Miguel de Güemes y el director supremo, José Rondeau, se enfrentaban por el control del Ejército del Norte, disputa que culminó en el Pacto de Cerrillos. En La Rioja, un golpe encabezado por el capitán José Caparroz derrocaba al gobernador Manuel Brizuela y Doria. En Santiago del Estero, el autonomista Juan Francisco Borges era fusilado tras rebelarse contra la subordinación a Tucumán. Y en la Banda Oriental, los portugueses avanzaban mientras Artigas resistía como jefe de los Pueblos Libres. El país nacía en medio de tensiones, divisiones y guerras intestinas.
Córdoba no fue ajena a ese panorama. Atrapada entre el centralismo de Buenos Aires y la influencia de Artigas, intentó sostener una autonomía frágil. Pero ni siquiera los lazos familiares alcanzaron para contener el conflicto. Ese año, en uno de los episodios más insólitos del proceso emancipador, el joven capitán Juan Pablo Bulnes se alzó en armas contra su propio suegro, el gobernador Ambrosio Funes.
Como recuerda el historiador Carlos Páez de la Torre (h), desde 1810 los gobernadores de Córdoba eran nombrados por la autoridad central de Buenos Aires. Pero en marzo de 1815, presionado por el avance del artiguismo, el Cabildo eligió por su cuenta al coronel José Javier Díaz, marcando el inicio de una autonomía precaria. Córdoba, atrapada entre el centralismo porteño y la influencia de José Gervasio Artigas, intentó sostener una neutralidad cada vez más frágil.
Díaz lideraba a los autonomistas moderados. Enfrente, como señala Enrique Martínez Paz, estaban los artiguistas cordobeses, encabezados por el impulsivo Juan Pablo Bulnes —a quien Ramón J. Cárcano describía como “violento y arriesgado en sus actos”—. El conflicto se agudizó en agosto de 1816, cuando Bulnes sublevó la guarnición local para forzar al Cabildo a apoyar a Santa Fe, atacada por el Directorio. El caos desatado llevó a que el Congreso de Tucumán reemplazara a Díaz por Ambrosio Funes, jurista formado en el Colegio Monserrat, hermano del célebre Deán Gregorio Funes y padre político de Bulnes.
Pero ni el lazo familiar contuvo la tormenta. Pocos días después de asumir, Funes debió abandonar la ciudad ante una nueva rebelión de su yerno. Desde el campo organizó la resistencia con apoyo del mayor Francisco Sayós y de milicianos liderados por Francisco Bedoya. A pesar de contar con mayor número de hombres y artillería, Bulnes fue vencido. Capturado, Belgrano exigió su ejecución, pero Funes, padre de su esposa, pidió clemencia.
Funes retomó el gobierno y, en una carta a Belgrano, le agradeció el apoyo de Sayós, comentando con orgullo y cierto dolor:
"Aunque celebramos las postreras, también las lloramos. Rara suerte la mía: pelear contra un miembro de mi familia por hacer triunfar la justicia!, cita la misiva Bartolomé Mitre en su 'Historia de Belgrano y la Independencia Argentina'.
Pero la historia no terminaba ahí. Bulnes escapó de prisión, tomó como rehenes a Sayós y a su mismísimo suegro, se autoproclamó dictador y organizó elecciones. Su fugaz poder concluyó cuando Funes, reorganizado, lo enfrentó. Bulnes huyó y se unió definitivamente a Artigas. Ambrosio Funes reasumió el mando, aunque como señala el recordado Efraín U. Bischoff, lo hizo con un profundo desgaste personal. En marzo de 1817 dejó el cargo.
Hoy, una calle y una plazoleta en Córdoba recuerdan a Ambrosio Funes, a quien Mitre consideró "el más notable carácter que en aquella emergencia surgió representando el espíritu conservador de la provincia de Córdoba". De Bulnes, la historia apenas conserva el eco de su insubordinación. Su hermano, Eduardo Pérez Bulnes —diputado por Córdoba en el Congreso de Tucumán—, tuvo mejor destino: su nombre vive en una de las avenidas principales de la ciudad.
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