Oulu y Trencín, capitales culturales 2026: ¿puede la cultura cambiarlo todo?

Oulu, en el norte de Finlandia, y Trencín, en el oeste de Eslovaquia, fueron elegidas Capitales Europeas de la Cultura 2026. Separadas por más de 2.000 kilómetros, comparten una ambición común: usar la cultura como herramienta de transformación social, económica y ambiental.

Trencín es una ciudad de 55.000 habitantes marcada por su castillo medieval, su casco antiguo y una sinagoga recientemente restaurada que hoy funciona como centro cultural y espacio de eventos. Como gran parte de Eslovaquia, sufre la emigración de jóvenes, el desencanto político y una creciente polarización social en un contexto de tensión entre el gobierno populista de Robert Fico y la Unión Europea.

Frente a ese escenario, la capitalidad cultural busca ser un punto de inflexión. Bajo el lema "Awakening Curiosity" (Despertar la curiosidad), Trencín desplegará durante 2026 festivales de barrio, artes escénicas, programas educativos y actividades participativas. La ciudad no cuenta con ópera, pero sí con un centro cultural renovado con una inversión de ocho millones de euros, equipado con salas de danza, teatro, talleres y un estudio de cine profesional. El objetivo es atraer talento creativo y ofrecer razones para quedarse, siguiendo el modelo de Košice, capital cultural en 2013.

Oulu, con unos 220.000 habitantes, presenta un perfil muy distinto. Ubicada a 600 kilómetros de Helsinki, es un polo tecnológico clave de Finlandia gracias a la presencia de Nokia y su campus de investigación en tecnologías 5G y 6G. Al mismo tiempo, posee una escena artística profundamente vinculada a la naturaleza y al entorno ártico.

Su lema para 2026, "Cambio climático cultural", resume una propuesta ambiciosa: conectar arte, innovación y medio ambiente. El programa gira en torno a elementos identitarios como el hielo, la nieve, las saunas, la luz y la oscuridad, con las cuatro estaciones como eje narrativo. La cultura, en este caso, se plantea como un laboratorio para repensar la relación entre las personas y el planeta.

El concepto de Capital Europea de la Cultura nació en 1985 por iniciativa de la griega Melina Mercouri y el francés Jacques Lang, con la idea de reforzar la identidad cultural europea tras la Guerra Fría. Desde entonces, más de 70 ciudades ostentaron el título. Según datos de la Comisión Europea, entre 2013 y 2022 las ciudades seleccionadas organizaron más de mil actividades culturales por año y registraron aumentos del 30 al 40% en el turismo.

Los resultados, sin embargo, no siempre son homogéneos. Glasgow, Liverpool, Essen o Matera lograron transformaciones duraderas. Otras, como Weimar o Plovdiv, evidenciaron límites cuando el impacto no se tradujo en beneficios sostenibles o inclusivos.

Con enfoques distintos pero complementarios, Oulu y Trencín se preparan para 2026 como un nuevo ensayo europeo. Una apuesta que vuelve a plantear la misma incógnita: si la cultura puede ser algo más que una celebración y convertirse en una verdadera política de futuro.