Murió Pablo Canedo, un ícono del arte y la gestión cultural cordobesa

A los 70 años, y tras una larga enfermedad, falleció Pablo Canedo, artista plástico, gestor cultural y exfuncionario provincial. Su trayectoria combinó la sensibilidad del creador con la vocación pública del gestor, y lo convirtió en una de las voces más reconocidas del arte cordobés contemporáneo.

Egresado de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba, Canedo perteneció a una generación que estudió en tiempos difíciles. En la entrevista que brindó a Sergio Suppo en enero de 2024, recordó esos años con crudeza: “No se podía hacer política, ni usar barba, ni hablar demasiado. Era otra época. Aprendimos a pintar imaginando los colores, porque los libros de arte llegaban en blanco y negro”.

Nacido en 1955, formado en el Colegio Nacional de Monserrat e hijo de una familia de clase media, Canedo descubrió la pintura en la adolescencia, alentado por su madre y su abuela. A los 17 años realizó su primera muestra en la Galería de los Desconocidos, organizada por la Universidad, y vendió su primer cuadro. “Creí que se podía vivir de eso”, recordaba entre risas.

/Inicio Código Embebido/

/Fin Código Embebido/

/Inicio Código Embebido/

 Su carrera docente y artística se entrelazó pronto con la política. Durante los años ’80 se vinculó al desarrollismo, conoció a Rogelio Frigerio y a Hugo Taboada, y encontró en ellos —según dijo— “una generación de políticos cultos, que leían, sabían de arte, de cine y de literatura”. Esa mirada integral lo acompañó cuando, años después, José Manuel de la Sota lo convocó para presidir la Agencia Córdoba Cultura, cargo que ocupó durante tres períodos consecutivos.

Desde allí impulsó una política inédita para la época: la ordenanza que obligó a incluir obras de arte en los nuevos edificios públicos y privados, una iniciativa pensada para integrar el arte a la vida urbana. También promovió el reemplazo de las obras oficiales que colgaban en la Casa de Gobierno. “Sacamos un Quinquela Martín —decía— y pusimos a Fader. Córdoba tenía que mirarse a sí misma”.

En esa misma conversación con Suppo, Canedo repasó su vínculo con los maestros de la pintura cordobesa: Fernando Fader, Carlos Alonso, Emilio Caraffa, José Malanca, y la llamada “escuela metafísica cordobesa”, de la que se consideraba heredero. “Yo quería ser como Fader, con esos colores del invierno serrano con sol, que solo los cordobeses entendemos”, dijo.

A lo largo de su vida, Canedo fue también un gran divulgador cultural. Sostenía que el verdadero desafío del Estado era formar público, no solo artistas. “Un chico en Inglaterra sale del colegio con 700 horas de museo. Acá, si alguien no te lleva, no entrás nunca. No se trata de que todos pinten, sino de que todos sepan mirar.”

Tras dejar la función pública, se radicó en Unquillo, donde junto a un grupo de artistas creó el Museo de Arte Contemporáneo de Unquillo (MACU), un proyecto autogestionado que consideraba su obra más importante fuera del lienzo. “Lo hicimos con nuestras manos y nuestros cuadros, sin presupuesto estatal, con la idea de que los chicos del departamento Colón tengan un lugar donde ver arte y reconocerse.”

Canedo fue, además, un observador lúcido de los cambios en la creación contemporánea. En 2024 reflexionaba sobre la irrupción de la inteligencia artificial y las nuevas formas de producir imágenes:

"La tecnología cambió la forma de mirar y de hacer. Hoy una computadora puede dibujar mejor que nosotros. Pero eso no reemplaza la experiencia de pararse frente a una obra. El museo construye identidad. Basta con que una pintura te hable para que algo cambie en vos", dijo.

Su último gran proyecto, el MACU, sintetizó esa convicción: que el arte no es un lujo ni un adorno, sino una forma de comunidad.

Córdoba pierde a uno de sus principales promotores culturales y a un artista que entendió que la belleza también se gestiona.

/Inicio Código Embebido//Fin Código Embebido/