Historia de poder
29/06/2025 | 11:51
Redacción Cadena 3
Marcos Calligaris
En la Biblioteca Kennedy de Boston hay una carpeta con un nombre inesperado: Stella 'Baby' Cárcano. Contiene cartas firmadas por ella, fechadas en la década del 40, escritas a mano y en inglés. Sonríen con tinta vieja desde el corazón de otra época. Pero lo que sorprende no es que una mujer cordobesa le haya escrito al futuro presidente de Estados Unidos. Lo sorprendente es que ella es la cuarta generación de una saga familiar que, desde mediados del siglo XIX, supo estar siempre cerca de donde se tomaban las decisiones: en la música, en la educación, en la cultura, en los gobiernos y en la diplomacia. Baby, en todo caso, no es un misterio: es el último compás de una sinfonía larga que empieza en Italia con una herida.
Primavera de 1849. En la ciudad de Novara, un joven lombardo de 21 años lucha contra las tropas del Imperio austríaco, que controlaban buena parte del norte de Italia. Se llama Inocente Bernardino Cárcano y combate por el Reino de Piamonte-Cerdeña, en el contexto de las guerras de independencia italianas. Recibe una herida de bayoneta en el costado izquierdo. Lo derrota el ejército enemigo, pero no la vida: ese tajo lo empuja al exilio. Ese mismo año llega a Buenos Aires junto a su hermana Carolina. Ella vuelve a Europa. Él no. Se instala en Córdoba.
Allí construye algo duradero. Profesor de latín y música en el Colegio Monserrat, organista de la Catedral y en la Compañía de Jesús, periodista de 'La Nación', fundador de bandas militares, inspector general de enseñanza, cónsul de Italia en La Docta, compositor de himnos, marchas, misas y hasta de una ópera considerada la primera de Córdoba y de la cual se perdió todo rastro: 'Aurelia'.
La historiografía lo reconoce como pionero de la música culta cordobesa. Su vida parece salida de otro siglo, y lo es: muere en 1904, después de haber sembrado algo más que partituras.
Ramón José Cárcano, su hijo, nace en Córdoba en 1860. Deja la música a un lado y se lanza a escribir su propia partitura en el poder. Se doctora en Derecho con apenas 21 años, con una tesis sobre la situación legal de los hijos "ilegítimos" que le gana enemigos en el clero. Es ministro de Agricultura durante la presidencia de Julio Argentino Roca, dos veces gobernador de Córdoba (1913-1916 y 1925-1928), rector de universidad, presidente de la Academia Nacional de la Historia y autor de más de veinte libros. En uno de ellos —'Mis primeros ochenta años' (1943)— deja una frase que bien podría usarse como clave para entender su linaje: "Nada existe por generación espontánea".
La siguiente generación toma el camino de la diplomacia. Miguel Ángel Cárcano, nacido en 1889, se destaca en la política agraria y las relaciones exteriores. En 1933 integra la misión del Pacto Roca-Runciman, que garantiza la exportación de carne a Inglaterra a cambio de beneficios para intereses británicos. Representa a Argentina como embajador en Brasil, México, Chile y el Reino Unido, nada menos que durante la Segunda Guerra Mundial (1942-1946). En plena crisis global, su misión en Londres lo ubica en el centro del ajedrez internacional.
Más tarde será canciller de Arturo Frondizi (1961-1962) y también escritor, con libros sobre historia económica y relaciones internacionales. Su estilo es sobrio. Su papel, clave. Un hombre del Estado, de los que no suelen salir en las fotos pero que firman los tratados.
En Córdoba, los tres tienen su calle. Inocente, Ramón y Miguel Ángel están inscriptos en el nomenclador urbano, aunque muchos transeúntes no lo sepan. No así la cuarta generación.
Stella Ana Inés Rosa Carolina Cárcano, Baby, nacida en 1915, crece entre embajadas, recepciones y nombres compuestos. Es hija de Miguel Ángel, pero también bisnieta de Inocente. Su vida está llena de mayúsculas discretas. En marzo de 1939, en Roma, conoce a un joven John F. Kennedy, hijo del embajador de EE.UU. en el Reino Unido. Coinciden durante las ceremonias de coronación del papa Pío XII. Ella acompaña a su padre, entonces embajador argentino ante el régimen de Mussolini. Él, a su padre Joseph Kennedy. Se cruzan. Se hablan. Vuelven a encontrarse en 1941, cuando JFK visita Argentina. Hay registros de su paso por la estancia de los Cárcano en Ascochinga. Luego, las cartas.
Una de ellas, fechada en febrero de 1942 y conservada en los archivos presidenciales de Boston, dice: "My love: te escribo porque he estado pensando en ti… Todo mi amor: Baby".
Eso es todo. O eso es mucho. Nunca se sabrá cuánto significó realmente esa relación. Pero el dato está ahí: una mujer cordobesa, en la década del 40, escribía cartas afectuosas al futuro presidente de Estados Unidos. Una línea menor en una biografía mayor. Un gesto delicado entre las páginas duras de la historia.
Años después, Baby se casa con William Humble David Ward, vizconde de Ednam, convirtiéndose en vizcondesa por matrimonio. Tuvieron tres hijos.
Stella Ana Inés Rosa Carolina Cárcano murió el 27 de diciembre de 2017, a los 102 años, en el paraje cordobés que lleva su apellido: Cárcano. Ninguna cámara cubrió su entierro. Su nombre no figura en placas, pero sí en la memoria de los memoriosos, los que saben que, a veces, las historias verdaderamente importantes no necesitan mármol.
La de los Cárcano no es una genealogía decorativa. Es una línea de continuidad en la que cada generación logró marcar un compás en los asuntos importantes de su época. Desde la ópera y la docencia en el siglo XIX, hasta la gobernación, la diplomacia y una carta escrita en inglés con olor a tinta y a historia.
Una sinfonía que arranca con una bayoneta en Novara y, por caminos insospechados, termina en Camelot —nombre con el que se romantizó la presidencia de John F. Kennedy—.
Y como escribió Ramón —que entendía como pocos el peso de la historia personal—: "Nada existe por generación espontánea".
Por Marcos Calligaris
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