Calles y poder
17/06/2025 | 11:42
Redacción Cadena 3
En Córdoba existió una dinastía política que, sin alardes ni demasiados retratos, atravesó medio siglo de decisiones clave en la vida institucional del país. Su legado, hoy casi olvidado, persiste en el mapa urbano: la calle Juan del Campillo en Alta Córdoba, y Donaciano del Campillo en el Cerro de las Rosas y Urca.
Detrás de esos nombres, poco conocidos para las nuevas generaciones, se esconde una familia que tuvo un importante rol en la organización institucional del país: redactaron la Constitución, negociaron con el Vaticano, gobernaron la provincia y formaron parte de los tres poderes del Estado. Fueron protagonistas, aunque pocos los recuerden.
Juan del Campillo nació en Córdoba en 1812 y fue uno de los representantes de la provincia en el Congreso Constituyente de 1853. Allí defendió posturas conservadoras y federales y logró imponer, entre otras cosas, que el presidente debía ser católico. Tenía una caligrafía prolija y clara, y por eso fue elegido para escribir a mano la versión final de la Constitución Nacional. No solo la firmó: la escribió.
Durante el gobierno de Justo José de Urquiza, fue ministro de Hacienda de la Confederación Argentina. Luego asumió como ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, donde logró un acuerdo diplomático inédito: establecer relaciones oficiales entre el Estado argentino y el Vaticano. Él mismo fue nombrado primer embajador argentino ante la Santa Sede. De regreso en Córdoba, ocupó varios cargos: presidió la Cámara de Justicia, fue legislador, dictó clases universitarias y fundó un diario. Murió en 1866 en Santa Fe, durante una misa. Sufrió un derrame cerebral y cayó en medio del oficio religioso. Juan del Campillo es homenajeado con calles en las principales ciudades del país.
Su hijo, Donaciano del Campillo, también nacido en Córdoba, fue vicegobernador y luego gobernador de la provincia entre 1898 y 1901. Le tocó gobernar en un contexto de crisis financiera. Ordenó las cuentas públicas, impulsó la actividad agropecuaria y promovió la educación rural. De hecho, durante su gestión nació la Sociedad Rural de Córdoba. Y como su padre, terminó su carrera como embajador argentino ante el Vaticano. Murió en Roma, en 1911.
A ellos se suman otros miembros del clan. Juan Bautista del Campillo, otro hijo de Juan, fue diputado nacional, juez federal en varias provincias, ministro de Gobierno provincial y vocal del Tribunal Superior de Justicia. Y Cleto del Campillo, hermano del constituyente, fue senador en el Congreso de Paraná, integró la convención reformadora de la Constitución en 1866 y tuvo vínculos con la empresa británica que construyó el Ferrocarril Central Argentino.
Los Del Campillo ocuparon durante décadas espacios clave en el Congreso, la Justicia, el Poder Ejecutivo y la diplomacia. No encabezaron revueltas ni fueron parte de los relatos escolares. Pero ayudaron a armar, con tiempo y oficio, buena parte del sistema institucional argentino. No aparecen en los manuales. Sus calles, pasan frecuentemente desapercibidas, pero estuvieron donde se tomaban decisiones importantes, en el momento en que la Argentina todavía era una posibilidad.
M. C.
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