Patrimonio Cultural
02/06/2025 | 12:09
Redacción Cadena 3
En una de las aulas de la Escuela Pedro de Mendoza, localizada en el histórico barrio de La Boca, un mural submarino cautiva a los estudiantes con una atmósfera onírica que trasciende la pintura convencional. Buzos en el fondo del mar, obra del destacado pintor Benito Quinquela Martín, ha sido restaurado recientemente como parte de un esfuerzo por preservar y valorar el patrimonio cultural de uno de los artistas más icónicos de la ciudad de Buenos Aires.
A diferencia de otras obras más célebres de Quinquela, este mural presenta una atmósfera más sombría, dominada por tonos verdes profundos que sugieren una mirada a través de un denso velo acuático. En la escena, unos buzos se encuentran trabajando en las profundidades, rodeados de peces y algas, creando una belleza casi irreal que también transmite el peligro y el esfuerzo de una actividad que a menudo pasa desapercibida para la mirada cotidiana. Según el propio artista, el mural buscó mostrar tanto la maravilla como el riesgo de un mundo submarino que despierta la imaginación de los niños que habitan cerca del río.
La restauración de esta obra ocurrió pocos meses antes de la llegada de la pandemia y representó un desafío especial. El director del Museo Benito Quinquela Martín, Víctor Fernández, expresó en su momento que “incluso restaurado, el mural es notablemente más oscuro de lo que uno podría esperar de un cuadro de Quinquela Martín”. Esa oscuridad revela un recurso expresivo que, lejos de ser un defecto, potencia la comunicación visual de su arte. Fernández comentó que el artista se permitió explorar nuevas temáticas y disciplinas en su trabajo, sin nunca desligarse de su conexión con el barrio y su comunidad.
El compromiso social y cultural fue una constante en la vida de Quinquela. Nacido el 21 de marzo de 1890 en la Casa de Niños Expósitos, hoy conocido como Hospital Pedro Elizalde, su historia se entrelazó con el barrio de La Boca, que sería fundamental en su identidad y obra. Quinquela, quien fue adoptado más tarde por la familia Chinchella (que adaptó su apellido a Quinquela), creció inmerso en un entorno lleno de influencias, que alimentaron su vocación artística.
De formación autodidacta y luego alumno del Conservatorio Pezzini Sttiatessi, Quinquela utilizó el carbón de la tienda familiar como uno de sus primeros materiales artísticos. Su relación constante con el puerto y los estibadores se convirtió en su inagotable fuente de inspiración. “Los estibadores fueron el sujeto omnipresente en su pintura, un universo que conocía muy bien”, resaltó Fernández.
Esta fidelidad a su origen llevó a Quinquela a autodenominarse “el inventor de La Boca”. A través de su paleta vibrante y sus enérgicas pinceladas, retrató una Buenos Aires popular y trabajadora. En un contexto donde el arte argentino se inclinaba hacia lo académico o lo europeo, él decidió elevar el entorno cotidiano de su barrio a una categoría estética digna de museo.
En 1933, Quinquela donó terrenos para la construcción de escuelas, hospitales e instituciones culturales. La Escuela Museo Pedro de Mendoza, que actualmente también alberga el Museo de Bellas Artes de La Boca, es uno de esos proyectos. Allí, Quinquela pintó murales que no solo embellecen el espacio educativo, sino que lo transforman en una galería viviente.
Buzos en el fondo del mar pertenece a esa serie de murales y completa la visión portuaria que decora los muros escolares. Esta obra representa no solo el talento artístico de Quinquela, sino su decisión de que el arte debía ser accesible, integrándose a la vida diaria para educar, inspirar y representar.
El mural de los buzos no solo refleja una escena de las profundidades marinas, sino también la rica herencia simbólica que dejó Quinquela Martín: un arte que emana de la identidad barrial, el trabajo y la aspiración de cambiar el entorno a través de la belleza y el compromiso social.
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