De Vaca Muerta al impuesto a la vaca viva

El debate sobre el “impuesto a la vaca viva” genera una serie de reflexiones necesarias. ¿Es el momento adecuado para abordar este tema? La respuesta parece ser negativa. Un especialista en impuestos de renombre en Argentina comentaba que este impuesto es "un impuesto al pedo".

A veces, el humor se convierte en nuestro mejor aliado ante la frustración. Recordemos que hace unas semanas, el debate giró en torno al impuesto al efectivo. La idea de gravar la extracción de dinero de los cajeros se presentaba como una medida para desalentar la evasión fiscal. Sin embargo, los especialistas advertían que podría tener el efecto contrario, ya que la gente optaría por seguir utilizando efectivo al margen del sistema bancario.

Este nuevo impuesto a la “vaca viva” parece estar vinculado a un viejo trauma del kirchnerismo, que desde el conflicto de la 125 en 2008, ha mirado al campo con desconfianza. Se ha visto al agro como un generador de problemas, ya sea con la soja o, en este caso, con el metano.

Esta visión resulta anacrónica y parcial. Consulté a un especialista en medio ambiente, quien me recordó que actualmente se mide el balance total, no solo la emisión de gases. El campo, en muchos casos, presenta un balance positivo gracias a sus pastizales y bosques nativos, que se preservan por razones ambientales.

Es fundamental reconocer la enorme contribución del sector agroindustrial a la economía y la sociedad argentina. Este debate, aunque pueda parecer gracioso, evidencia una cuestión no resuelta: el lugar que ocupa la cadena agroindustrial en nuestro país. Existe una desvalorización de lo que significa la ruralidad, y eso es preocupante.

Ojalá podamos abordar los gases de Vaca Muerta con la seriedad que merecen y, al mismo tiempo, reírnos de las vacas vivas.