Messi y otra Copa América con el mismo sueño: gritar campeón

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Messi y otra Copa América con el mismo sueño: gritar campeón

15/06/2019 | 13:46 |

El 10 de Argentina comienza este sábado una nueva ilusión de levantar un trofeo con la Selección mayor. En tres de las cuatro ediciones que jugó llegó a la final, aunque nunca pudo consagrarse.

Mauricio Coccolo

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Messi y la Selección: una historia de intentos

Por Mauricio Coccolo

Durante cuarenta años, Argentina estuvo al tope de la tabla histórica de títulos en la Copa América. Cinco campeonatos entre 1937 y 1947 le permitieron arrebatarle el liderazgo a Uruguay y conservarlo hasta 1987, cuando los charrúas volvieron a pasar al frente.

El bicampeonato 91-93 devolvió a los argentinos al sitial de privilegio, en un cabeza a cabeza que quedaba 14 a 13. En ese momento, nadie podía imaginar que pasarían 26 años sin que Argentina volviera a levantar el trofeo, mientras que los uruguayos nuevamente darían vuelta la tortilla para quedar 15 a 14.

A principios de los 90, Lionel Messi era un nene que miraba, como todos, las hazañas de sus ídolos por la televisión, él tampoco se imaginaba que casi tres décadas más tarde estaría incluido en la peor sequía histórica de la selección argentina en mayores.

Las medallas de oro en los Juego Olímpicos de 2004 y 2008 tienen mucho valor, pero no alcanzan para maquillar una racha inédita porque nunca antes la Selección “grande” había pasado tanto tiempo sin dar una vuelta olímpica. Lo peor habían sido 19 años en el origen entre 1902 y 1921, cuando llegó el primer título.

Para los jirones de la generación más castigada de todos los tiempos, la Copa América de Brasil aparece como una nueva oportunidad para sacarse definitivamente la mochila. Y Lionel Messi es el primero en la fila, detrás de él toman distancia: Agüero, Di María y Otamendi.

La vitrina de Messi rebalsa de trofeos, pero hay un estante vacío que el propio futbolista se planteó como un desafío personal y grupal: ganar algo con la selección argentina. Sus 34 títulos con el Barcelona, más las dos medallas de oro en los Juegos, más los balones y las botas de oro, más todo el oro del mundo no pueden comprar la gloria de ser campeón con su país.

El primer torneo grande de Messi con la Selección fue el Mundial de Alemania: todavía era una gran promesa y terminó haciendo puchero en el banco. Ya para la Copa América de 2007 era uno de los titulares del equipo de Basile, que perdió la final contra Brasil. En ese partido Leo no pudo hacer mucho para evitar la goleada, pero había dejado para la posteridad un golazo en las semifinales ante México.

Después de la decepcionante actuación Argentina en Sudáfrica, el combo se completó con una pobrísima Copa América en casa. El equipo que había armado el Checho Batista no pasó de los cuartos de final y las críticas cayeron como bigornias de punta. El principal apuntado fue Messi porque en España la rompía y acá no podía repetir esas actuaciones.

El cambio de aire llegaría con Alejandro Sabella, el propio Messi reconoció públicamente que esa etapa fue la que más disfrutó en la Selección. Una camada brillante de futbolistas coincidió en sus mejores momentos, ganaron de punta a punta la Eliminatoria y estuvieron a nada de ser campeones del mundo. Pero el destino no quiso.

Como un karma repetido hasta el infinito y por aquello de que una victoria llama a la otra, pero también las derrotas se atraen entre sí, los golpes no dejaron de sucederse. El 2015 de Messi pintaba para ser un año redondito: llegó a Chile después de ganar la Champions con el Barcelona y la historia con Argentina parecía encaminada. Hasta la final: otra vez los méritos no alcanzaron para quebrar el cero a cero y después los penales hicieron el resto.

La posibilidad de revancha llegaría un año más tarde. De nuevo la película hacía suponer que esta vez sí, está vez se le daría. Messi metió un golazo de tiro libre contra Estados Unidos y se convirtió en el goleador histórico de la Selección dejando atrás nada menos que a Batistuta.

Otra final, otra oportunidad y… otra frustración. La única diferencia con las anteriores fue que en la final de Estados Unidos, Argentina no fue claramente superior a su rival. El resto terminó igual: sin poder hacer un gol y cayendo en los penales. El bonus track fue una canción que nadie esperaba: la canción de despedida. Messi renunciaba a la Selección diciendo que no era para él.

Aquel “ya lo intenté mucho” de Lionel Messi, que recordaba sus cuatro finales perdidas con Argentina, se convirtió en un operativo clamor que surgió especialmente desde los niños y se traslado a todo el país pidiéndole al diez que revisara su decisión.

Descansó, se despejó, recibió el afecto de los millones que lo idolatran, cargó las pilas y volvió. Después de renunciar a la Selección, Messi se puso nuevamente la camiseta celeste y blanca para encarar el tortuoso camino de las Eliminatorias rumbo a Rusia.

Todo lo que pasó en el alocado ciclo Sampaoli ya es material de archivo. Messi y la Selección dieron vuelta la página y están invadidos por esa ansiedad linda que provocan las horas previas a una gran cita. Como el mismo capitán argentino lo dijo: hay que seguir intentando. Que en definitiva de eso se trata: nunca dejar de intentar.