Conmoción en Córdoba por el crimen de un playero.
Conmoción en Córdoba por el crimen de un playero.

Inseguridad en Córdoba

Paso a paso, cómo fue el crimen del playero

13/04/2022 | 09:24 | El ladrón huyó sin concretar el robo. La estación de servicios está ubicada a 500 metros de una comisaría.

Redacción Cadena 3

Juan Federico

El viento frío de la medianoche se sentía aún más en la estación de servicios Santa Lucía, ubicada en Rancagua y Laguna, allí donde confluyen los extremos de tres barrios del noreste de la ciudad de Córdoba: Villa Corina, Patricios Oeste y Villa Azalais.

La noche del martes ya había trocada a madrugada del miércoles. El reloj marcaba las 0.20 y un Fiat Palio acababa de estacionar. Lo manejaba una joven que le pidió al playero cargar el tubo de gas. Una solitaria conductora con un solitario playero. Sólo ellos dos.

Todo ocurrió en segundos. En esas fracciones que parecen la nada misma, pero terminan por convertirse en el punto de inflexión de lo irreversible.

Mientras la mujer le pedía cargar el tubo de GNC, observó que un hombre se les acercaba y les decía algo inentendible. Fue entonces que el playero se le acercó al recién llegado, para escucharlo mejor.

No era un cliente. Poco más de 1,70 metro, tez trigueña, campera con capucha y un pantalón con vivos naranjas, apenas estuvo a un paso del playero le exigió la billetera con la recaudación. De la cintura tomó un arma de fuego.

El playero no lo dudó. Grandote, se le fue encima. "¡No, pará!", fue lo último que escuchó la mujer antes de que se oyera el estampido, el trabajador cayera al suelo y el recién llegado comenzara a correr hacia la calle, donde otro joven lo esperaba arriba de una moto 110 oscura.

Todo fue simultáneo: la moto que aceleraba en dirección al este, el playero herido que se retorcía de dolor y la mujer que comenzaba a gritar por algún auxilio urgente.

Fue el hermano de una quiosquera que tiene su negocio justo al frente de la estación de servicios el primero en reacción. Socorrió al playero, le pidió que se tranquilizara y comenzó a llamar a un servicio de emergencias. 

La ambulancia no aparecía y los minutos comenzaban a amontonarse. "Llevame, me falta el aire", suplicaba el playero. El quiosquero no lo dudó. Junto a unos remiseros, lograron cargar al playero en su utilitario particular y lo llevaron por su cuenta al Hospital de Urgencias.

El viaje fue una odisea. En calle Alem, se toparon con un patrullero, al que le pidieron que les fuera abriendo camino con la sirena. El herido iba consciente, gritando de dolor y de miedo. "Me falta el aire, me muero", repetía.

Ya en el Urgencias, el playero, Pablo Altamirano Araoz, fue internado en el shock room, la sala para los pacientes críticos. Un balazo que le había ingresado por el costado derecho del abdomen, sin orificio de salida, indicó el primer diagnóstico. Un tiro que le había provocado lesiones gravísimas.

El esfuerzo de los médicos no alcanzó. Minutos después de las 2, la vida de Pablo se cortó. Su nombre pasó a engrosar, en ese mismo instante, el peor listado de la inseguridad de todos los días en la ciudad de Córdoba.

Asesinado por motochoros para robarle un dinero que ni siquiera era de él. Un solitario playero a merced de la delincuencia en medio de la intemperie de una ciudad que volvió a escribir una de sus páginas más patéticas.

Pablo tenía 36 años. Una pareja y un hijo de 9 años. Vivía en barrio San Jorge, a poco más de 10 cuadras de su lugar de trabajo. En una zona donde la vida cuesta y mucho. Un laburante. "Un padrazo", diría en medio de la conmoción su pareja. ""Un gordo bueno", agregarían sus compañeros.

Un padre, un esposo, un hijo, un amigo, un compañero. Un trabajador al que le sobraban las carencias de una crisis que siempre se ensaña con los que menos tienen y que pese a todo no dudó en defender el dinero de sus patrones.

Ya con las primeras luces del miércoles, mientras la noticia comenzaba a conmocionar esa zona de la avenida Rancagua, los vecinos volvieron a recordar la inseguridad sin tregua. Pese a que la estación de servicios está ubicada a sólo 500 metros de la comisaría 36.

A 10 cuadras de allí, el domingo pasado el propietario de una distribuidora de Rancagua y Juan XXIII fue torturado en medio de un millonario robo perpetrado por una banda de delincuentes. El caso fue revelado en las últimas horas por Cadena 3, ya que la Policía jamás lo informó a través de sus canales oficiales de comunicación.

El fiscal Raúl Garzón lo describió este miércoles: "En los últimos días el delito se ha incrementado en gravedad y cantidad".

Comerciantes a merced de motochoros que atacan a cualquier hora. Que buscan a los playeros como "cajeros automáticos" para obtener el dinero que luego tiran en alguno de los tantos "quioscos" de droga ubicados en esa parte de la ciudad o en cualquier otra cosa.

Los investigadores de Robos y Hurtos de la Policía ya trabajan con algunas pistas para intentar dar con los sospechosos. Saben que no están en la búsqueda de delincuentes "profesionales" ni con recursos. Ladrones al voleo, en una moto y con un arma. Otra vez el tema del que muchos huyen al momento de intentar explicar la inseguridad en Córdoba: de dónde salen tantas armas que terminan en las manos equivocadas.

Ante las críticas por la seguidilla delictiva en la provincia, la respuesta oficial suelen ser las estadísticas que elabora el Observatorio del Delito. Un relevamiento que compara año a año el número de denuncias judiciales por robos y hurtos. Una foto plana, ya que no permite dimensionar la tragedia social que hay por atrás. 

Si bien dos robos cuentan igual estadísticamente, la realidad enseña que la violencia latente y el "estar jugados a todo" no suele aparecer en ese promedio.

La dueña de la estación le dijo a los primeros policías que dudaba si las cámaras de seguridad realmente estaban funcionando, ya que habrían tenido un problema técnico. No obstante, a media mañana se corroboró que hay registros. 

Los investigadores son optimistas: la huida de los motochoros también quedó registrada a través de diferentes cámaras públicas. Además, hay al menos dos testigos que ya los han descripto. "Es sólo cuestión de tiempo para atraparlos", confió un investigador. 

Pero ya no alcanza. "Nada me lo va a devolver", se resignó la pareja de Pablo.

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"No me lo van a devolver, y sé que la Policía los agarra y después los sueltan", dijo a Cadena 3.  "Mi hijo le decía 'sos mi mejor amigo'", se quebró.

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Fue en la estación de servicio Santa Lucía, de barrio Villa Corina. Con un disparo en el abdomen, el trabajador fue trasladado al Hospital de Urgencias donde falleció.