El pueblo indígena sumergido bajo el lago San Roque

Si uno camina con atención por ciertas orillas del lago San Roque, en Carlos Paz, podría descubrir pequeños fragmentos de cerámica, piedras talladas o puntas líticas que asoman entre el barro y las raíces. No son restos al azar. Son las huellas persistentes de una aldea indígena prehispánica que existió exactamente allí, bajo el agua, antes de la construcción del dique.

Este dato extraordinario fue contado por los antropólogos Mirta Bonini y Andrés Laguens, investigadores del CONICET y de la Universidad Nacional de Córdoba, durante una entrevista con Sergio Suppo en La Argentina, hoy. Los científicos explicaron que el lago San Roque se asienta sobre un antiguo pueblo indígena. Y que el oleaje, desde hace más de un siglo, continúa "expulsando materiales hacia las costas", lo que permite que quienes caminan por la orilla encuentren fragmentos que otros pasan por alto.

Muchos de esos objetos terminaron conservados en el Museo de Antropología de la UNC, donde se resguarda la colección Ernesto F. Schaefer, adquirida por la Universidad en la década de 1940. Bonini recordó que ese conjunto, obtenido gracias al trabajo de un particular en la zona del lago, es fundamental para comprender cómo vivían las comunidades prehispánicas del valle. También mencionó que otra colección importante, la del doctor Magnin, se dispersó y quedó en manos privadas.

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La aldea sumergida del San Roque es solo una pieza dentro de un enorme rompecabezas. Según explicaron Bonini y Laguens, el territorio cordobés contabiliza 12.000 años de ocupación humana antes de la llegada de Jerónimo Luis de Cabrera. A lo largo de ese período, pequeñas bandas de cazadores-recolectores fueron transformándose en sociedades más complejas, con aldeas, formas políticas más elaboradas y vínculos que conectaban la región con otras partes del continente.

Hace unos 2.000 años, comenzaron las primeras prácticas agrícolas: maíz, porotos y zapallo. Lejos de ser un espacio vacío, Córdoba estuvo intensamente habitada. Laguens subrayó que zonas como Río Segundo poseen una “cantidad increíble” de yacimientos arqueológicos, y lo mismo ocurre en el área de Mar Chiquita, prueba de grandes asentamientos y de una ocupación sostenida.

Para reconstruir estas vidas antiguas, la arqueología requiere precisión: identificar sitios mediante prospección, excavar en cuadrículas estrictas, trabajar con cucharines, cepillos y herramientas finas para no alterar la posición de los objetos. Luego, en laboratorio, se analizan las técnicas de manufactura, la procedencia de las materias primas y se determina la antigüedad mediante métodos como el carbono 14.

La entrevista se dio en el marco  de la presentación del libro "Sociedades indígenas de las sierras centrales. Arqueología de Córdoba y de San Luis", donde Bonini y Laguens desarrollan en profundidad estas transformaciones, los métodos arqueológicos y los hallazgos que permiten reconstruir la vida de estas comunidades prehispánicas.

En el caso del San Roque, todo esto permitió confirmar que bajo el lago existe una aldea completa, cubierta por el agua cuando se construyó el embalse. Y cada vez que el lago retrocede o el oleaje remueve el fondo, fragmentos de esa historia vuelven a aparecer, recordando que Córdoba tiene un pasado muy anterior a 1573 y que parte de él sigue emergiendo, literalmente, a la orilla del agua.

Y lo del pueblo bajo el San Roque es apenas un pasaje de esa conversación y de ese libro. A lo largo de la charla con Suppo, los antropólogos recorren los 12.000 años de ocupación humana en Córdoba, discuten mitos todavía vigentes (como la idea de "recambios" poblacionales o de una conquista incaica sin pruebas en la región), explican el papel de los guanacos y las primeras puntas "cola de pescado" en el poblamiento sudamericano, hablan de las pinturas rupestres de Cerro Colorado y de otros sitios del noroeste provincial y conectan todo ese pasado con los debates actuales sobre memoria e identidades étnicas en la Córdoba de hoy.