Milei y un mensaje de firmeza económica con ecos electorales

En una cadena nacional de poco más de 20 minutos, el presidente Javier Milei reafirmó con vehemencia su compromiso con el “déficit cero”, una política que ha convertido en la piedra angular de su gestión. 

El discurso no solo delineó medidas concretas para blindar las finanzas públicas, sino que también marcó un claro contraste político de cara a las elecciones legislativas de octubre. Acompañado por las principales figuras de su equipo económico, Milei dejó en claro que no cederá ante lo que considera “intentos demagógicos” del Congreso para desestabilizar el superávit fiscal, un logro que, a su juicio, es esencial para combatir la inflación y sentar las bases de un crecimiento económico genuino.

El Presidente anunció dos medidas clave que refuerzan su apuesta por la disciplina fiscal. La primera, que se formalizará el próximo lunes, es una instrucción al Ministerio de Economía para prohibir que el Tesoro financie el gasto primario con emisión monetaria. Esta decisión, que según Milei ya se venía implementando de facto, busca cortar de raíz una práctica histórica que ha alimentado la inflación en Argentina. 

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La segunda medida es el envío de un proyecto de ley al Congreso para penalizar la aprobación de gastos que generen déficit fiscal, una iniciativa que recuerda a la Ley de Responsabilidad Fiscal impulsada a fines del gobierno de Carlos Menem por el entonces senador José Manuel de la Sota. Aquella ley, que invitaba a los estados provinciales a no gastar más de lo que ingresaba, cayó en el olvido por su incumplimiento sistemático. 

Ahora, Milei intenta resucitar ese espíritu, pero con un enfoque más punitivo, buscando establecer consecuencias legales para quienes aprueben leyes sin sustento presupuestario. 

El discurso de Milei no se limitó a anunciar medidas; fue también una declaración de principios y una advertencia al Congreso. El Presidente acusó a los legisladores de promover leyes “demagógicas” –como el aumento a jubilados, el incremento del salario docente y las pensiones por discapacidad– que, según él, representan un gasto adicional del 2,5% del PBI y amenazan con destruir el superávit fiscal. Para Milei, estas iniciativas no responden a una preocupación genuina por los sectores vulnerables, sino a una estrategia de la “clase política” para recuperar el poder perdido en las urnas hace dos años. “No hay plata”, reiteró, calificando estas propuestas como un “engaño” que conduciría al país de vuelta al ciclo de endeudamiento, emisión monetaria e inflación descontrolada.

La firmeza de Milei no es nueva, pero su tono en esta cadena nacional adquirió una intensidad particular. Al afirmar que vetará cualquier ley que comprometa el equilibrio fiscal, el Presidente trazó una línea infranqueable: “Si quieren volver atrás, me van a tener que sacar con los pies para adelante”. Esta declaración, cargada de dramatismo, refleja no solo su convicción personal, sino también una estrategia política para polarizar el debate. 

Milei presentó dos caminos opuestos: el suyo, basado en la responsabilidad fiscal y el orden monetario, y el del “realismo mágico” de sus opositores, que asocia con la “ilusión monetaria” y la “servidumbre estatal”. Este contraste, que resonará con fuerza en la campaña electoral, busca posicionar al oficialismo como el único garante de la estabilidad económica frente a lo que Milei describe como intentos de “derrumbar” su plan.

Desde un análisis económico, el mensaje de Milei es coherente con su visión monetarista. Su insistencia en que la inflación es un “fenómeno monetario” causado por la emisión sin respaldo no es nueva, pero sí relevante en un contexto donde la inflación, aunque en descenso, sigue siendo un desafío estructural. Al prohibir el financiamiento del gasto con emisión y penalizar el déficit, el Gobierno busca consolidar la credibilidad de su plan, especialmente ante un mercado internacional que observa con escepticismo el historial de defaults de Argentina.

La falta de acceso al financiamiento externo, como reconoció el propio Milei, limita las opciones del Gobierno: cualquier gasto adicional debería financiarse con impuestos –lo que podría frenar el crecimiento– o con emisión, lo que reavivaría la inflación. En este sentido, la estrategia de Milei es un todo o nada: o se sostiene el superávit fiscal, o el país arriesga un colapso económico.

El discurso también tuvo un claro componente político, con un ojo puesto en las elecciones de octubre. Al acusar al Congreso –y, de manera implícita, al kirchnerismo y otras fuerzas opositoras– de querer “derrumbar” su plan económico, Milei no solo busca justificar sus vetos, sino también movilizar a su base electoral. La campaña legislativa será un campo de batalla donde el oficialismo intentará consolidar su mayoría, y el Presidente ya ha comenzado a delinear el relato: su gobierno representa la “responsabilidad” frente al “realismo mágico” de quienes proponen gastos sin sustento.