River Boca en Madrid.

Acerca del River-Boca

¿De qué hablamos cuando hablamos de revancha?

19/09/2019 | 13:45

Diego Borinsky

En los últimos tiempos, la verdad, unos cuantos debates futboleros son tan vacíos, se sostienen en argumentos tan inconsistentes, que al final sinceramente, no se entiende ni qué se está discutiendo. Es como polemizar sobre la nada misma. Puro humo, pompas de jabón.

Hoy, ya dejada atrás la epopeya del básquet y el regreso de Maradona al fútbol argentino, la cuestión esencial de nuestro bendito superclásico copero que se aproxima es definir si tal compromiso es o no una “revancha” de la última final definida en Madrid. ¿De qué hablamos cuando hablamos de revancha? Pareciera que darle o quitarle semejante rótulo a esta semifinal bastara para definir el estado emocional de hinchas de uno y otro lado. Como si ya empezara a ganarse el duelo antes de jugarse, sólo por definir si se trata de una revancha o no. ¡Vamos!

Enfocados en esa tarea que consideran decisiva para el devenir del duelo copero, los periodistas que cubren Boca le tiran el centro al presidente Angelici para que se despache con un “el fútbol siempre da revancha” o al propio Román (Riquelme) en el anuncio de su partido despedida para que se desmarque, al mejor estilo Ramón (Díaz) haciendo que “no” con el dedito en la Bombonera, “para mí no es revancha, porque yo no jugué”. En la misma dirección, es una oportunidad ideal para que los que siguen día a día a River le tiren el mismo anzuelo a Lucas Martínez Quarta y que responda: “Esto es otra cosa, allá ellos si lo consideran una revancha”. La misma pregunta ya se la hicieron a Gallardo hace un tiempo, y seguramente se la volverán a hacer en breve.

Pues bien, si nos corremos un poquito del rótulo que unos quieren darle y los otros quitarle, si dejamos a un lado el valor de una palabra que apenas es eso (una palabra), podremos desmenuzar ambas posturas y entender que desde ambas veredas tienen algo de razón.

En principio, una final no es lo mismo que una semifinal, esto lo sabe hasta un chico de 10 años que arma un campeonato de bolitas con los amigos del barrio. Cualquiera de los dos equipos que se imponga en esta semifinal sentirá la felicidad incomparable no sólo de haber ganado el clásico, que ya tiene un valor muy grande en sí mismo, sino que a la vez disfrutará de dos consecuencias derivada de ese éxito: 1) su rival ya no podrá ganar la Copa y eso siempre es motivo de alivio y alegría; 2) estarán a solo un pasito, un choque en cancha neutral (el 23 de noviembre en Santiago de Chile), de levantarla. Ojo que del otro lado aparecerán Gremio (campeón en 2017 y semifinalista por tercer año consecutivo) o Flamengo (líder del brasileirao tras una seguidilla de victorias en este semestre, con refuerzos del primer mundo contratado en el último mercado de pases), y cualquiera de los dos será un rival durísimo.

El 9 de diciembre último River le ganó 3-1 a Boca y unos minutos después de la corrida inmortal del Pity Martínez, levantó la Copa Libertadores en el Santiago Bernabéu. Ese éxtasis sólo lo empardará una situación semejante. Es decir: cuando River y Boca vuelvan a verse en una final. En las últimas horas lo reconoció de ese modo Oscar Córdoba -símbolo xeneize-, con sensatez poco habitual, desprovisto de ese fanatismo irracional que suele apoderarse del resto. En ese aspecto, este choque de semifinales no se puede considerar una revancha.

Pues bien, por el otro lado hay que decir que a Boca le ha aparecido (por sus méritos deportivos en este año, claro) una oportunidad de oro para intentar ir cerrando una herida profunda, para confirmar un resurgimiento iniciado tras la debacle en Madrid, que incluyó el cambio de entrenador, la convocatoria a un manager deportivo y la salida de 7 de los 11 titulares de aquella noche española: Magallán, Olaza, Nández, Barrios, Pablo Pérez, Pavón y Benedetto.

Por más que River juegue mejor que Boca y sostenga un predominio mental sobre su rival desde que Gallardo asumió el cargo en 2014 (le propinó 4 eliminaciones consecutivas), por más que un quinto mazazo puede resultar terrorífico para los boquenses y lo más parecido al paraíso eterno para los de la vereda opuesta, seguramente la mayoría de los hinchas de River hubieran elegido no darle tan rápido una nueva chance a Boca.

En 1994, Boca eliminó a River por penales en cuartos de final de la Supercopa (que terminaría ganando Independiente) en el primer mano a mano internacional entre ambos, y recién 6 años después River tuvo la chance de una revancha: fue por la Copa Libertadores del 2000, también en cuartos de final. Nuevamente, River se fue derrotado, esta vez tras caer 3-0, con el recordado “muletazo” de Palermo. Para River fue durísimo, y debió esperar 4 años, para intentar sacarse la espina. Subió la apuesta: otra vez fue por la Copa Libertadores, pero en semifinales. El resultado fue el mismo: pasó Boca, en el Monumental, la noche de la gallinita de Tevez y los penales ejecutados por los jóvenes Pablo Ledesma y Pablo Alvarez. Los hinchas de River debieron masticar veneno (por usar un término elegante) durante 10 años esta vez, demasiado tiempo. Y al fin pudieron celebrar lo más parecido a una revancha en un mano a mano copero: fue por la Copa Sudamericana (un escalón por debajo de la Libertadores), también en semifinales, y después de que Barovero le atajara el penal a Gigliotti apenas iniciado el encuentro. Es decir: los hinchas de River debieron esperar sucesivamente 6, 4 y 10 años para al final salir airoso en un mano a mano internacional con Boca.

Al año siguiente de aquella semifinal por la Sudamericana 2014, Boca tuvo la oportunidad de recuperarse, pero nuevamente se impuso River, ahora por octavos de la Libertadores, la noche del gas pimienta. A los 3 años, a Boca se le dio una nueva chance, ahora en una final local, la segunda vez en la historia que un River-Boca definía un título. Y nuevamente se quedó sin nada: 0-2 en Mendoza con tantos del Pity Martínz y Scocco. Ese mismo año, 9 meses después, contó con una nueva ocasión de vengarse, esta vez en la instancia más importante que podía afrontar: una final de Copa Libertadores.

Es decir: en 2019, por cuarta vez en cuatro años, Boca tiene ante sí la gran chance de revertir la última caída ante River en un mano a mano. Y ese es el gran tesoro que debe valorar el hincha de Boca. Y es también la piedra en el zapato de River, que en su momento debió esperar 20 años para devolverle a su rival un mazazo similar. ¿Por qué tan rápido?, se preguntan. “El fútbol siempre da revancha”, reza uno de los lugares comunes utilizados por los periodistas. No la da siempre. Y no se la da a todos. Y no la da en la misma instancia. En síntesis: esto no es una revancha para la gente de Boca… pero es lo más parecido que puede existir.