Día 8: Stop war, por Marcos Calligaris.

Guerra en Europa

Apuntes de viaje - Día 8: Stop war

07/03/2022 | 07:35 |  

Marcos Calligaris

El alto comisionado de la ONU para los refugiados, Filippo Grandi, dijo el domingo que ya hay más de 1,5 millones de refugiados, lo que significa el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial.

Alrededor del 55 % de esos desplazados fueron registrados en Polonia, haciendo colapsar servicios como la hotelería y principalmente el transporte.

Por ese motivo me cuesta tanto trasladarme hacia Eslovaquia, país que recibió al 7 % de las personas que escaparon de Ucrania, pero que a diferencia de Polonia tiene una infraestructura considerablemente menor.

Después de varios intentos fallidos de conseguir transporte público, consigo que me lleven en auto.

Los encargados son Lukas y Derek, dos locales a los que telefoneó la dueña del hotel y que no tuvieron piedad con el precio. Eso sí, si deseo volver a Przemysl, tengo las puertas abiertas "for free" en la casa de Lukas…

El destino apuntado es Košice, la segunda ciudad más poblada de Eslovaquia y la más grande cerca de la frontera con Ucrania.

El viaje de cuatro horas ofrece paisajes imponentes de montañas y coníferas que bordean casi todo el camino.

Mis flamantes compañeros de viaje hacen las veces de guías de turismo: me señalan el castillo de Krasiczyn, el mirador de Pogórze Przemyskie, me cuentan por dónde se corre el rally de Polonia y las historias de algunos pueblos.

"Fucking Putin" es toda la opinión de Derek sobre la guerra, tema que se instala con cada boletín horario de la radio que escuchamos. De lo que dice el locutor polaco, solo pesco: Ucrania, Rusia, ofensiva, evacuación, Járkov…

En el frente las cosas siguen más o menos igual que los últimos días: mal. Rusia bombardeó la ciudad de Irpín durante la evacuación de civiles y se registraron varias víctimas. También hubo intensos ataques sobre Kiev, Járkov y Mariúpol.

Cabeceo un par de veces hasta que mis compañeros de ruta me avisan que ya llegamos. Nos despedimos con un abrazo exagerado, e inmediatamente noto el sol en la cara. Es la primera vez que aparece desde que aterricé hace una semana en Varsovia.

Camino unas cuadras hacia el centro y una de las primeras imágenes que veo es la silueta de un hombre con un cartel que tiene los colores de la bandera ucraniana y un mensaje que reza "Stop war".

Se llama Viktor, y lo curioso es que es ruso. Me cuenta que nació en Moscú y que protesta para solidarizarse con sus compatriotas que salen a manifestarse contra los "crímenes" de Vladímir Vladímirovich Putin.

"Hay miles de detenidos por protestar", asegura Viktor, quien desde hace varios años se instaló con su esposa en la tranquila Eslovaquia.

Tras instalarme en un hotel cómodo, por la tarde salgo a recorrer Košice. Es muy pintoresca y me reconforta enterarme de que aquí nació uno de los escritores que más me han impactado: Sándor Márai.

Caprichos del destino, el autor de Divorcio en Buda abandonó para siempre su país en 1948, justamente cuando Hungría fue invadida por el ejército soviético.

Hoy estos países orientales que supieron estar en la esfera de influencia de Moscú, vuelven a temer al mismo enemigo.

En eso pienso cuando me topo con un festival en apoyo a Ucrania.

”¡Slava Ukrayini!” (Gloria a Ucrania) vociferan alrededor de 300 asistentes tras escuchar cada discurso o canción. Ese lema popular ucraniano es omnipresente de este lado de la frontera.

Allí conocí a Vladislav, un ucraniano de 19 años que vino hace cuatro a Eslovaquia para estudiar y sueña con regresar a ejercer en Ucrania cuando los rusos se vayan derrotados.

Así me lo plantea, está convencido de que Ucrania prevalecerá. Su tocaya Vlada es de la misma opinión. La joven llegó ayer desde Kiev, donde presenció varios bombardeos. Tiene los colores de Ucrania pintados en las mejillas y se pasea mostrando una hoja en la que también ilustró la insignia nacional.

A diferencia de lo que vi en Polonia, esta ciudad no posee grandes superficies para recibir a refugiados que necesiten pasar la noche. Por ahora no es necesario, los desplazados generalmente siguen hacia otros países. Solo algunos deciden pasar la noche en la estación de tren de Košice, en su mayoría estudiantes de terceros países.

No obstante en la ciudad se han dispuesto "lugares seguros" para los desplazados, como el histórico cine Kino Usmev, donde se les ofrece bebidas calientes, wifi o cargar sus dispositivos.

La encargada de Kino Usmev me cuenta que en ciudades como Humenné, más cerca de la frontera, sí hay campamentos de refugiados, y que allí se viven situaciones dramáticas.

Cae la noche en Košice. La luna se eleva sobre la calle Hlavná, por donde la gente camina impasible.

No sucede lo mismo en el paso fronterizo de Velke Slemence, donde llegaré en las próximas horas.

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