"El narco compra el alma": La Matanza, un tejido social roto por la droga

El Obispo Eduardo García no habla de estadísticas frías, sino de una herida abierta en el conurbano bonaerense: el narcotráfico que, según denuncia, "sigue rompiendo y avanzando" en los barrios más humildes. 

Hace unos 15 años la droga entró "con más fuerza", y lo que comenzó como un negocio discreto hoy es una estructura paralela que ha suplantado al Estado, ofreciendo una "solución fácil" a la desesperación de la gente a cambio de sus almas.

El narco, según García, está ocupando el vacío de un Estado "ausente" desde hace décadas, que dejó a estos barrios librados a su suerte tras erradicar villas.

Esta estructura criminal no solo trafica, sino que también ejerce la asistencia "cuerpo a cuerpo": facilita préstamos, ofrece "laburo" y organiza la vida comunitaria. Sin embargo, esta ayuda tiene un precio mucho más alto que el dinero: "compra el alma" de las personas.

Infierno idealizado: la tragedia de la infancia perdida

El narcotráfico se convierte en una "aspiración" para los jóvenes que crecen en la intemperie social. El obispo lamenta que muchos pibes idealicen el "paraíso narco de las series", sin dimensionar que es, en realidad, un infierno. 

Para un adolescente en situación de vulnerabilidad, sin contención familiar ni recursos, la fantasía de "vivir mejor" se presenta a través de estas estructuras, que prometen una salida rápida y fácil de la miseria.

La escuela está perdiendo la batalla. Los chicos dejan de estudiar por falta de contención, por fracaso escolar ante la subalimentación y por la dificultad de un contexto que los obliga a sobrevivir bajo la ley del más fuerte. 

Para muchos, unirse a una banda es una forma de "aliviar el miedo", de tener a alguien que los cubra, aunque sea una protección a corto plazo que les costará la vida.

La connivencia es la clave: no hay narco sin complicidad

Ante la pregunta de por qué no se logra combatir al narco de raíz si las bandas no son tan sofisticadas y están "a la vista de todos", la respuesta del obispo es contundente: "Nada pasa sin que nadie lo sepa o sin que nadie mire para otro lado".

García asegura que no es solo una sensación, sino una certeza: hay connivencia. 

Relata el caso de un vecino que denunció y tuvo que abandonar su casa y hasta su provincia, porque la información llegó al narco, quien maneja la situación incluso desde la penitenciaría con un celular. 

Esta complicidad de parte de la policía, la justicia y la política permite que el narco siga avanzando, poniendo en riesgo la vida de quien se atreve a enfrentarlos.

A pesar de este panorama desolador, el obispo subraya que la esperanza reside en el trabajo de base: reconstruir el tejido social desde abajo. 

Continúan apostando a las "3 C de la vida" —el Colegio, el Club y la Capilla— para contrarrestar las "3 C de la muerte" —la Calle, la Cárcel y el Cementerio—, luchando día a día para ganarle una matriculación al narco.