Abrapalabra
22/08/2025 | 17:28
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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La fórmula Bukele para convertir un colegio en la colimba
Imaginemos un colegio público. Imaginemos, adentro de ese colegio, uniformes impecables, formaciones ordenadas y ceremonias patrióticas obligatorias.
¿Suena a un cuartel? Pues eso es lo que el gobierno de Nayib Bukele parece estar impulsando en las aulas de El Salvador, a través de la reciente designación de una militar al frente del Ministerio de Educación.
¿Cómo se está gestando esta transformación?
Todo comienza el 14 de agosto de 2025, cuando Bukele nombra a Karla Trigueros como nueva ministra de Educación, Ciencia y Tecnología.
Trigueros no es una educadora tradicional; es una capitana de las Fuerzas Armadas salvadoreñas, con experiencia en logística durante la pandemia de COVID-19, y además es doctora.
Bukele la elogió públicamente, destacando su "doble condición de capitán y doctora" como clave para "impulsar una transformación profunda en nuestro sistema educativo".
Según el mandatario, su misión es preparar a las generaciones futuras para "enfrentar con éxito los desafíos del mañana" en el "nuevo El Salvador" que están construyendo.
Esta designación no es aislada; forma parte de una tendencia más amplia de militarización en la administración pública, donde oficiales del ejército ocupan cargos estratégicos, extendiendo el enfoque de seguridad de Bukele al ámbito educativo.
Apenas unos días después, el 18 de agosto, Trigueros emite su primer memorándum dirigido a todos los directores de escuelas e institutos nacionales.
En él, ordena que, a partir del 20 de agosto, los directores deben recibir personalmente a los estudiantes en las entradas de los centros educativos.
¿Qué implica esto? Un control estricto: verificar que los uniformes estén limpios y ordenados, que los cortes de cabello y la presentación personal sean "apropiados", y que la entrada sea en fila, con un saludo respetuoso.
Los directores, además, deben ser "modelos de orden y disciplina" para los alumnos.
Y ojo: el incumplimiento se considera una falta administrativa grave, con "acciones correspondientes".
En palabras de la propia ministra: "Este día envié este memorándum para todos los directores... para que asuman su rol como modelos de orden y disciplina para nuestros estudiantes".
Esto huele a reglamento militar: jerarquía, uniformidad y obediencia absoluta.
Pero no termina ahí.
El 21 de agosto llega el segundo memorándum, que impone los "lunes cívicos" en todas las escuelas públicas a partir del 1 de septiembre.
Cada lunes, sin excepción, los estudiantes participarán en una rutina que parece sacada de un desfile castrense: formación en orden y disciplina, entrada de la bandera nacional, entonación del himno, oración a la bandera salvadoreña, una presentación estudiantil sobre figuras o eventos históricos del país, y finalmente, el retiro formal de la bandera.
Para facilitar esto, el gobierno destina 300 dólares por escuela para comprar banderas, guantes blancos para los abanderados y otros insumos.
Trigueros lo justifica así: "Esta actividad se llevará a cabo todos los lunes del año escolar... con el objetivo de fortalecer en nuestra comunidad estudiantil la identidad nacional, los valores cívicos y la disciplina".
Las escuelas pueden agregar iniciativas propias, pero el núcleo es obligatorio.
¿Cuál es el trasfondo?
Portavoces del ejecutivo argumentan que estas medidas responden a la necesidad de restaurar el respeto, el orden y la identidad nacional entre los estudiantes, alineándose con las políticas de seguridad de Bukele, que ya han incluido estados de excepción y mano dura contra las pandillas.
Sin embargo, esta militarización educativa plantea interrogantes: ¿estamos preparando niños para aprender o para desfilar?
Hasta ahora, no se reportan reacciones específicas de sindicatos de maestros o docentes, pero es previsible que surjan voces críticas ante un enfoque que prioriza la disciplina sobre la pedagogía creativa.
En resumen, El Salvador parece encaminarse hacia un modelo educativo con tintes militares: directores como centinelas, estudiantes en formación y patriotismo semanal.
¿Beneficiará esto a la juventud o solo reforzará el control estatal?
El tiempo lo dirá, pero por ahora, las aulas salvadoreñas se preparan para un nuevo orden.
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