La colimba en la Argentina: del orgullo a la tragedia

El servicio militar obligatorio, conocido como “la colimba”, marcó la vida de generaciones de argentinos durante casi un siglo.

Su historia, que comenzó con la consolidación nacional y terminó en tragedia, refleja los cambios sociales y políticos del país.

En 1901, bajo la presidencia de Julio Argentino Roca, la Ley Ricchieri instauró el servicio militar obligatorio para todos los varones de 20 años.

Inspirada en el modelo prusiano, buscaba fortalecer la defensa y unificar culturalmente a una Argentina diversa por la inmigración.

La “colimba” –acrónimo popular de “correr, limpiar, barrer”– se convirtió en un rito de paso, que, se suponía, enseñaba disciplina, patriotismo y, a menudo, alfabetización.

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Sin embargo, las duras condiciones de los cuarteles y las exenciones para los privilegiados generaron críticas desde el inicio.

En las décadas de 1950 y 1960, el servicio militar fue una experiencia compartida por millones, desde obreros hasta hijos de la élite.

Forjó lazos entre clases sociales, pero también desigualdades: los contactos permitían destinos cómodos, mientras otros enfrentaban rigores extremos.

Durante la dictadura de 1976-1983, la “colimba” se oscureció. Los conscriptos fueron usados en la represión interna y, en 1982, enviados a la Guerra de Malvinas sin preparación adecuada.

Jóvenes de 18 años, mal equipados, enfrentaron a un ejército británico profesional.

La derrota reveló abusos, como los “estaqueos” y el abandono de soldados, lo que dejó cicatrices imborrables.

El punto de quiebre llegó en 1994 con el asesinato de Omar Carrasco, un conscripto de 19 años en Zapala, Neuquén.

Golpeado brutalmente por superiores y compañeros, su muerte destapó un sistema plagado de violencia y encubrimientos. La indignación pública fue masiva.

Presionado, el presidente Carlos Menem suspendió la conscripción en 1994 y, en 1995, la Ley 24.429 estableció el servicio militar voluntario, profesionalizando las Fuerzas Armadas.

Hubo intentos por darle fuerza, uno de ellos durante el gobierno de Mauricio Macri, pero todo fracasó en gran parte por la falta de atractivo hacia una profesión que no abría muchas esperanzas de progreso social.

La “colimba” dejó un legado ambivalente: para algunos, fue una escuela de vida; para otros, un símbolo de opresión.