Abrapalabra
27/05/2025 | 17:30
Redacción Cadena 3
Julio Perotti
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Historias de desamor en París: escándalos amorosos de los presidentes franceses
Francia, cuna del romanticismo. Y. sin embargo, allí también reina el desamor, dramas que estallan en su máxima esfera del poder.
A lo largo de la Quinta República, el régimen republicano en vigor en Francia desde el 5 de octubre de 1958, los presidentes franceses han sido protagonistas más allá de su gestión política.
Pasión, poder y controversia. Desde relaciones clandestinas hasta escándalos públicos, las vidas sentimentales de los líderes galos han sido un reflejo de la complejidad de sus cargos.
La discreción del general
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Charles de Gaulle, el primer presidente de la Quinta República, mantuvo una imagen de sobriedad.
Casado con Yvonne de Gaulle, conocida como "Tía Yvonne", su vida personal fue un modelo de discreción.
Sin embargo, los rumores de la época sugirieron que Yvonne era celosa y vigilante, y aunque no hay pruebas de infidelidades, la prensa de entonces especulaba sobre la vida privada del general.
Una anécdota curiosa es que Yvonne, según relatos, insistía en acompañarlo en todos los viajes oficiales, lo que algunos interpretaron como una forma de mantener a raya cualquier tentación. La falta de escándalos concretos en su mandato contrasta con los de sus sucesores, pero sentó el precedente de que la vida privada de los presidentes franceses era, en teoría, privada.
Silencio en el Elíseo
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Georges Pompidou, sucesor de De Gaulle, mantuvo un perfil bajo en lo que respecta a su vida amorosa. Casado con Claude Pompidou, no se le atribuyen escándalos significativos. Sin embargo, la prensa de la época ocasionalmente insinuaba que Pompidou, un hombre culto y amante del arte, tenía amistades cercanas con figuras femeninas del mundo cultural. Una anécdota relata que Claude, conocida por su elegancia, organizaba cenas en el Elíseo donde controlaba minuciosamente la lista de invitados, asegurándose de que ninguna "amistad" sospechosa eclipsara su papel como primera dama. La falta de pruebas concretas mantuvo su mandato libre de titulares escandalosos.
Rumores y una princesa
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Valéry Giscard d’Estaing, conocido por modernizar Francia, también adquirió una discreta fama de mujeriego. Aunque casado con Anne-Aymone Giscard d’Estaing, los rumores sobre sus aventuras amorosas circularon durante su presidencia.
Una de las anécdotas más famosas es la relatada en su propio libro, La princesse et le président, donde afirmó haber tenido un encuentro romántico con Lady Diana en una cena oficial.
Aunque el libro fue visto como una mezcla de ficción y realidad, la revelación causó revuelo.
Otra historia cuenta que, tras su elección en 1974, Giscard celebró con una “gira nocturna” en coche frente al balcón de una amiga íntima, un gesto que alimentó especulaciones.
Más tarde, en 2020, a los 94 años, fue acusado de agresión sexual por una periodista, un caso que reavivó el interés en su reputación de seductor.
El presidente de las dos familias
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François Mitterrand, el primer presidente socialista de la Quinta República, llevó la vida amorosa presidencial a un nivel sin precedentes. Casado con Danielle Mitterrand, mantuvo una relación paralela con Anne Pingeot, 27 años menor, con quien tuvo una hija, Mazarine.
Esta relación, que duró desde 1962 hasta su muerte en 1996, fue un secreto a voces en Francia.
La anécdota más impactante ocurrió en su funeral, cuando Danielle, Anne y Mazarine asistieron juntas, un momento que simbolizó la aceptación tácita de esta doble vida.
Las cartas de Mitterrand a Pingeot, publicadas en 2016, revelaron un amor apasionado y literario, con frases como “Has sido la suerte de mi vida”.
Además, Mitterrand tuvo otras amantes, como una periodista de Le Figaro y una sueca, madre de otro presunto hijo.
Su habilidad para mantener estas relaciones sin dañar su imagen pública fue notable, gracias a la cultura francesa de respetar la privacidad de los políticos.
El Casanova del Elíseo
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Jacques Chirac, conocido por su carisma, también lo fue por su fama de mujeriego.
Casado con Bernadette Chirac, quien admitió que “las mujeres galopaban detrás de él”, Chirac tuvo múltiples aventuras.
Una de las más comentadas fue con Jacqueline Chabridon, una periodista de Le Figaro.
Su relación, descrita en el libro Jacques et Jacqueline, fue tan seria que amenazó su matrimonio y su carrera política, hasta que los asesores de Chirac intervinieron para ponerle fin. Otra anécdota famosa es la de su chófer, Jean-Claude Laumond, quien en un libro reveló que Chirac organizaba sus citas con una “precisión cronométrica”, ganándose el apodo de “Monsieur tres minutos, ducha incluida”.
Entre sus supuestas amantes figuran actrices como Claudia Cardinale y Sylvia Kristel.
A pesar de los rumores, Bernadette mantuvo una postura estoica, y la vida amorosa de Chirac no afectó su popularidad.
Divorcio, amor y titulares
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Nicolas Sarkozy llegó al Elíseo en 2007 con su segunda esposa, Cecilia Ciganer, pero su matrimonio se desmoronó rápidamente.
Cecilia, quien había tenido una aventura con el publicista Richard Attias, desapareció de los eventos públicos poco después de la elección.
La pareja se divorció en octubre de 2007, un hecho sin precedentes para un presidente en funciones.
Meses después, Sarkozy inició un romance relámpago con la modelo y cantante Carla Bruni, con quien se casó en 2008.
La anécdota que marcó este período fue la aparición de fotos de Sarkozy y Bruni en Eurodisney, un gesto que contrastaba con la solemnidad del cargo.
Sarkozy defendió su relación diciendo: “Con Carla, es serio”.
Sin embargo, rumores de infidelidades mutuas persistieron, incluyendo una supuesta relación de Sarkozy con la ministra Chantal Jouanno y de Bruni con el cantante Benjamin Biolay.
El triángulo amoroso en scooter
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François Hollande protagonizó uno de los escándalos más sonados de la Quinta República.
Llegó al poder con Valérie Trierweiler, una periodista de Paris Match, como pareja oficial, aunque no estaban casados.
Sin embargo, en 2014, la revista Closer reveló que Hollande mantenía una relación secreta con la actriz Julie Gayet. Las fotos del presidente, con casco de moto, entrando y saliendo del apartamento de Gayet a 500 metros del Elíseo, se volvieron virales.
La anécdota más impactante fue la reacción de Trierweiler, quien sufrió un “ataque de nervios” y fue internada tras el escándalo.
Hollande, quien previamente había convivido con Ségolène Royal, madre de sus cuatro hijos, nombró a esta última ministra, lo que añadió más drama a su vida amorosa.
La opinión pública francesa, aunque divertida, no castigó políticamente a Hollande, fiel a la tradición de tolerancia hacia los affaires presidenciales.
Un amor controvertido y un gesto viral
Emmanuel Macron, el presidente más joven de Francia, rompió moldes con su matrimonio con Brigitte Trogneux, su exprofesora de teatro, 24 años mayor.
Su relación comenzó cuando Macron tenía 15 años y Brigitte, entonces casada y madre de tres hijos, 40.
La historia, que escandalizó a la élite de Amiens, se consolidó cuando Brigitte se divorció y se mudó con Macron a París.
A pesar de las críticas por la diferencia de edad y los rumores de una relación secreta con Mathieu Gallet, Macron ha defendido su amor: “Sentía que siempre nos habíamos conocido”.
Sin embargo, el incidente en Vietnam captó la atención mundial: un video mostró a Brigitte empujando bruscamente el rostro de Macron antes de bajar del avión presidencial.
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Aunque la oficina del presidente lo calificó como una “broma” de pareja, el gesto desató especulaciones sobre tensiones maritales, opacando momentáneamente la agenda diplomática de Macron.
Las historias de desamor en el Elíseo revelan una constante: en Francia, los affaires amorosos de los presidentes no suelen traducirse en consecuencias políticas graves, a diferencia de otros países como Estados Unidos.
La cultura francesa, que valora la privacidad, permite que estos escándalos se perciban más como anécdotas jugosas que como crisis de Estado.
Desde las cartas apasionadas de Mitterrand hasta el scooter de Hollande y el gesto viral de Brigitte Macron, estas historias añaden un toque de humanidad —y drama— a la política gala.
Sin embargo, también plantean preguntas sobre el equilibrio entre la vida privada y la responsabilidad pública, un debate que, en París, parece estar lejos de resolverse.
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