De “Argentina, 1985” al abrazo con dictadores (Foto: Archivo)

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De “Argentina, 1985” al abrazo con dictadores

24/01/2023 | 19:24 |   

Redacción Cadena 3

Julio Perotti

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De “Argentina, 1985” al abrazo con dictadores (Foto: Archivo)

Una gran noticia: "Argentina, 1985", la obra de Santiago Mitre sobre el juicio a las juntas militares, es candidata para el premio Oscar a Mejor Película Internacional.

Seguramente volverá el debate sobre si la película falla en esto o en aquello, si omite situaciones, etc. etc. etc.

Pero mirémoslo desde otra perspectiva, de lo que representó aquel juicio a las juntas.

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Básicamente, fue la democracia aplicando la justicia por los crímenes cometidos durante la dictadura. Una luz que desde la Argentina iluminó el mundo con aquel “Nunca más”.

Ya por suerte hay generaciones que se criaron en un proceso democrático que, más allá de las crisis económicas, mantuvo las libertades.

Lo interesante para observar es el momento histórico del país en el que la película merece el reconocimiento internacional, como el premio Globo de Oro y, como dijimos, la nominación al Oscar.

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Gobierna un kirchnerismo que armó un relato sobre los derechos humanos, cooptó organizaciones y se apropió de los símbolos, como la fatídica Esma. Y que hasta incorporó en 2006 un prólogo propio al libro de la Conadep porque considera que todo lo dicho hasta entonces justifica el terrorismo de Estado.

Un kirchnerismo que llegó a desconocer el papel que jugó Raúl Alfonsín con la derogación de la autoanmistia y el decreto que ordenaba enjuiciar a las juntas (en otro momento podremos discutir el fracaso de su gobierno desde la mirada económica).

Un kirchnerismo que forzó una grieta con todos aquellos que osaran poner en duda el compromiso del mismo matrimonio Kirchner con los derechos humanos durante la dictadura.

Y llegamos hasta hoy, cuando el kirchnerismo gobernante, a través de Alberto Fernández, no olvida sus viejas prácticas y se abraza a lo peor de las rémoras dictatoriales en nuestro continente.

Apaña a regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela, que juega a una alianza siniestra con el régimen iraní, autor de dos atentados en la Argentina.

O el de Daniel Ortega en Nicaragua, que nació como una revolución libertadora y terminó en una dictadura que encarcela opositores, cierra medios y atemoriza a los civiles.

O el sempiterno socialismo cubano, donde hay partido único y una sola persona, Miguel Díaz Canel, el heredero de los Castro es el jefe de Estado, jefe de Gobierno, primer secretario del Partido Comunista de Cuba y comandante en jefe (jefe supremo) de las fuerzas armadas.

Todos estos, sin excepción, están acusados de violar los derechos humanos y de restringir las garantías individuales.

O promete a Vladimir Putín que la Argentina será su puerta abierta a América latina, sólo días antes de que Rusia invada Ucrania.

Mientras en el discurso oficialista nunca faltan los conceptos ultraderecha o “derecha recalcitrante y fascista” para autoconstruirse como los únicos capaces de defender la democracia, mientras pasan de abrazos a loas a los dictadores “amigos”.

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