El país que se perdió Tato Bores

Han pasado casi 30 años desde que Tato Bores nos dejó, pero su voz sigue resonando como un eco. Sus monólogos, con esa mezcla única de humor y verdad cruda, parecen escritos para hoy. Porque en Argentina, como decía Tato, las cosas no solo se repiten, sino que lo hacen para peor. 

Si sus libretistas estuvieran escribiendo hoy, viernes, para el programa que paralizaba al país los domingos por la noche, tendrían material de sobra. La realidad argentina de esta semana les habría servido un guion cargado de absurdos, contradicciones y decepciones.

Empecemos por el presidente Javier Milei, quien debió enfrentar la caída de su candidato estrella en la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert. Prometía “bala o cárcel” para los narcotraficantes, pero terminó envuelto en un escándalo por sus presuntos vínculos con un supuesto narcotraficante deportado a Estados Unidos. 

¿Qué habría dicho Tato ante esto? Seguramente habría sacado a relucir su peluca y su ironía para retratar el desatino de elegir a alguien con antecedentes cuestionables como abanderado de una causa. 

Mientras, el bloque kirchnerista aprovechó para regodearse, expulsando a Espert de la presidencia de la Comisión de Presupuesto, aunque ellos mismos arrastran una decena de legisladores con causas penales abiertas. Máximo Kirchner, con juicio oral a la vista, y Cristina Fernández, condenada y con tobillera electrónica, son parte de ese mismo bloque que señala con el dedo. La hipocresía política, un clásico que Tato habría destrozado con un monólogo mordaz.

/Inicio Código Embebido//Fin Código Embebido/

Y luego está el Congreso, un recinto que alguna vez albergó a políticos que prestigiaran la democracia, pero que hoy se ve ensuciado por la ordinariez. Diputadas que montan shows en redes sociales, acusándose mutuamente de narcotraficantes, han convertido el debate en un circo de gritos y escándalos. Tato lo habría dicho mejor: "¡Esto no es un Congreso, es un mercado de pulgas!".

Pero el absurdo no termina ahí. Argentina, experta en pedir prestado, sigue su tradición de extender la mano. Antes fue el swap chino bajo el kirchnerismo; ahora, con Milei, es el salvataje del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que compra pesos argentinos para estabilizar nuestra moneda. ¡Estados Unidos invirtiendo en pesos! Tato no habría necesitado inventar un chiste: la realidad ya lo escribió. "Menos mal que nos salvaron", diríamos con una sonrisa amarga. 

¿Por qué necesitamos que nos salven una y otra vez? El kirchnerismo acusa al Gobierno de manejar mal la economía; el macrismo también critica, con más o menos intensidad. Y mientras tanto, la “casta” que Milei denuncia no hace más que acumular fracasos.

/Inicio Código Embebido//Fin Código Embebido/

En medio de este panorama, la política argentina parece atrapada en un loop de decadencia, como si estuviéramos condenados a repetir los mismos errores que Tato señalaba hace 50 o 60 años. Nos reímos con sus monólogos, pero la realidad actual no da para risas. Nos asombra, nos indigna, nos agota. 

Esta semana hubo un destello de algo diferente. La muerte de Miguel Ángel Russo, un hombre simple y querido, logró lo que la política no puede: unir a los argentinos. En su despedida, hinchas de distintos clubes se juntaron, dejando de lado las divisiones que nos enferman como sociedad. 

Fue un momento fugaz, pero suficiente para recordarnos que, aunque sea por un instante, podemos ser algo más que el país que perdió Tato Bores.

Hoy, su legado nos interpela. Nos reímos con sus chistes, pero también nos duele su vigencia. Porque Tato no solo nos hacía reír: nos obligaba a pensar. Y en un país que sigue tropezando con las mismas piedras, pensar es el primer paso para no repetir, otra vez, lo que siempre sale mal. 

/Inicio Código Embebido/

-