El despiste de Chile, un espejo en el que debemos mirarnos

Me voy a detener en un episodio político muy importante que ocurrió el fin de semana. Lo hemos comentado aquí y casi con seguridad lo vamos a abordar en algún momento de las próximas semanas con un poco más de profundidad: el fenómeno de Chile.

Durante mucho tiempo fue un ejemplo para la región de política de Estado en materia económica, de crecimiento, de inclusión social hasta que hace tres años ese modelo entró en crisis por la demanda insatisfecha de una nueva generación de jóvenes chilenos, hijos de quienes habían salido de la pobreza, pero que se habían endeudado tratando de llegar a ser clase media en Chile.

Es una sociedad muy fragmentada, con servicios del Estado muy por debajo de lo que nosotros en la Argentina conocemos. Por eso, la clase emergente en Chile reclama cosas parecidas a lo que en algún momento la Argentina tuvo en buenas condiciones. 

Por ejemplo, salud pública gratuita u obras sociales que permitan una excelencia en la atención y educación gratuita y pública de nivel secundario, pero también de nivel universitario.

Obsérvese que puse lo que teníamos en tiempo pasado. Los chilenos querían llegar a lo que la Argentina había sido. Eso explotó de la peor manera. Tanto que hace dos años y medio las manifestaciones, sobre todo en la ciudad de Santiago, en la capital, barrieron incluso hasta con las cosas que tenían una enorme utilidad para todos, como las estaciones de subte, como los elementos públicos de la vida cotidiana que están en la vía pública.

Todos rompieron todo y no sólo rompieron la vía pública, se rompió el status quo político que durante muchos años había permitido a Chile un crecimiento sostenido y una gran inclusión social. Se rompió el sistema político que fue el de la Concertación, una alianza de centro izquierda hasta los partidos conservadores que se alternaron en el manejo del poder.

Esto llevó a Chile a un proceso de convocatoria de reforma constitucional porque entendieron que tenían que de raíz modificar las bases de acuerdo básico que tiene una sociedad. Hubo una reforma constitucional que falló.

El voto de la constituyente fue mayoritariamente de izquierda. Hubo una elección presidencial, luego de selección de convencionales constituyentes. Eligieron a Boric, que es un intelectual de centro izquierda que no tenía militancia previa y hay por lo tanto en el poder en Chile una nueva fuerza política.

Y a esto se agregó que ahora, el domingo pasado, el hecho de que me estaba refiriendo originalmente, los chilenos decidieron rechazar la reforma constitucional. Chile es un país que hoy no sabe lo que quiere.

¿A que viene este comentario? Chile es un espejo en el que tendríamos que empezar a mirarnos. Ayer hablé del hartazgo social. Los argentinos no sabemos lo que queremos, estamos perdidos y hartos en la neblina de discusiones políticas. Hemos dejado de creer hasta en los hechos más elementales. Descalificamos el otro en forma inmediata.