9 de Julio: la diferencia entre el primer y el segundo año de Javier Milei

Un año atrás, la Plaza Independencia de Tucumán vibraba con una expectativa contenida. Era el 9 de julio de 2024, y el presidente Javier Milei llegaba cerca de la medianoche para encabezar la firma del Pacto de Mayo, un ambicioso acuerdo que buscaba sentar las bases de una agenda de reformas estructurales para Argentina. 

Dieciocho de los veintitrés gobernadores se hicieron presentes, no tanto por entusiasmo compartido, sino por una aceptación tácita del nuevo liderazgo que Milei representaba. 

Había, en ese momento, un reconocimiento del sistema político tradicional hacia un presidente que irrumpía con una propuesta disruptiva. El clima era de diálogo, aunque no exento de tensiones.

Hoy, 9 de julio de 2025, la escena es radicalmente distinta. La Casa Histórica de Tucumán será nuevamente el epicentro del acto oficial, pero el ambiente está lejos de aquella atmósfera de cooperación inicial. 

Esta noche, el presidente Milei probablemente aproveche su discurso para reprochar a los gobernadores la falta de apoyo en el Congreso para avanzar con las reformas prometidas en el Pacto de Mayo. Según trascendidos, solo un puñado de mandatarios provinciales —cuatro, cinco, quizás siete— estarán presentes. Entre ellos, se espera al tucumano Osvaldo Jaldo, el salteño Gustavo Sáenz y tal vez el catamarqueño Raúl Jalil, todos peronistas que intentaron mantener una relación pragmática con el Gobierno nacional. 

Otros, como Axel Kicillof, Sergio Ziliotto o Ricardo Quintela, ni siquiera fueron invitados este año, una decisión que marca un quiebre en el protocolo tradicional manejado por la Nación. 

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El contraste no termina ahí. La vicepresidenta Victoria Villarruel, marginada del acto en la Casa Histórica, se hará presente en el desfile cívico-militar del mediodía en el Parque Principal, invitándose a sí misma a un evento organizado por la provincia de Tucumán. 

Este gesto, sumado a la exclusión selectiva de gobernadores, refleja un clima de desconfianza y polarización que se ha acentuado en el último año. La campaña electoral hacia las elecciones de octubre agrava estas tensiones. 

Los gobernadores, que el año pasado parecían dispuestos a negociar, hoy buscan diferenciarse del oficialismo de La Libertad Avanza, conscientes de que aliarse con Milei puede ser un riesgo electoral en sus provincias.

En el centro de esta pulseada está el debate por los recursos. Osvaldo Jaldo, el anfitrión de la fiesta patria y el más "mileísta" de los gobernadores peronistas, lo expresó con claridad: "A la Nación le tiene que ir bien, pero con las provincias adentro". 

Sus palabras reflejan una demanda compartida por los veintitrés mandatarios, que recientemente se reunieron en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) para exigir mayores fondos. Esta "paritaria" entre la Nación y las provincias pone en jaque el núcleo del plan económico de Milei: el control del déficit fiscal para bajar la inflación. 

Los gobernadores, en plena campaña, saben que el aumento del gasto público puede ser un arma de doble filo, pero también una herramienta para negociar poder político.

El 9 de julio de 2024 fue un momento de apertura, de un presidente que buscaba tender puentes con un sistema político reticente pero dispuesto a escuchar. El 9 de julio de 2025, en cambio, será el reflejo de un país en plena batalla electoral, donde los puentes se han debilitado y las negociaciones se han endurecido. 

Esta noche, cuando Milei tome el micrófono, no solo hablará como presidente, sino como adversario electoral de los gobernadores. Sus palabras resonarán en una plaza menos concurrida, pero no por eso menos significativa. Y después de octubre, con los resultados electorales sobre la mesa, la política argentina volverá a sentarse a negociar. Como siempre, con una nueva realidad. 

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